Decía uno de los personajes de esta serie, "O matas o mueres... o mueres y matas", una frase que resume a la perfección la idiosincrasia de los habitantes de este mundo post-apocalíptico que compone de forma trágica "The Walking dead". La temática zombie da mucho juego y no hay que quedarse exclusivamente con el factor terror, miedo o violencia. Al contrario de lo que pueda parecer para los no aficionados al género, las circunstancias que rodean a cualquier trama de los no muertos, puede dar lugar a múltiples y complejos mecanismos de comportamiento sociológico. En cualquier situación extrema se produce una reacción impredecible, los roles propios de una civilización se transforma, mutan en toda una cadena de variables, en las que la supervivencia adquiere un significado primordial. Mantenerse con vida, por encima de los principios morales y de las normas más elementales que han domesticado al hombre, transformándole en civilizado.
Que en esta serie lo que importa realmente son sus personajes, los vivos evidentemente, sus reacciones y su evolución en un mundo caótico, es algo que no se le escapa a nadie. El propio guionista del cómic original, Robert Kirkman, decía que no era una historia de zombis, sino de su protagonista, Rick Grimes, un oficial de policía que resulta herido en un tiroteo. En un arranque parecido a "28 días después", permanece en coma y cuando despierta en el hospital descubre que el mundo ha cambiado, que ya no queda nada de lo que conoció, que la ley y el orden, al igual que los lazos sociales han desaparecido. No hay gobierno de ningún tipo, no hay ni tan siquiera la más rudimentaria organización que pueda solventar los imprevistos del desastre, de la desolación. Desolación presente en sus ciudades, en donde los automóviles son sólo el testimonio del ajetreo de la vida cotidiana que un día existió, los cadáveres abundan por doquier y en cada rincón acecha un caminante, un mordedor, un zombi. 
Vivo, muerto y zombi
Quedan los restos de luchas cruentas, un tanque abandonado, cuyo único habitante ya no es humano, es un despojo a punto de despertar del sueño de la muerte a la pesadilla de quién sólo sentirá el hambre de carne humana.Nadie sabe como empezó, pero a la largo de la serie se va dando información para entender en cierto modo algo del enigma que les asola. Para empezar, todos están infectados y sólo al morir se transforman en un caminante. En el capítulo 6 de la primera temporada, un científico del control de epidemia ofrece una imágenes en las que observamos un cerebro en plena actividad, pleno de luz. A continuación se nos muestra con la oscuridad de la devastación de la muerte y, unos minutos después, reactivado para volver a la vida. El contraste entre una actividad cerebral y otra es demoledor. La diferencia entre los sentimientos, el conocimiento, la consciencia de sí mismo, los recuerdos, lo que nos hace humanos y la imperceptible luz del instinto, del mecanismo que sólo demanda movimiento y la necesidad de alimentarse para vivir sin vida. Eso ya se había visto antes de forma más simbólica. Un francotirador espera desde la ventana a que su mujer, transformada en un caminante, aparezca delante de su punto de mira. Coloca una foto de ella delante de él en la que rebosa vida en su expresión, algo diametralmente opuesto a la mirada perdida, sin aliento de la piltrafa humana en la que se ha transformado. Cuando logra situarla a tiro duda, y su decisión final, apretar o no el gatillo en un acto de amor, determinará su futuro de forma trágica.
Ese es el mundo que le ha tocado en suerte a Rick y a sus compañeros de viaje y, a lo largo del mismo, morirán muchos y otros se añadirán a tan singular grupo de seres humanos, en busca del refugio que les ofrezca la mayor seguridad posible. Aprenderán a matar, al principio titubeantes y después con la firmeza de la rutina. En el primer capítulo, Rick descubre a un caminante, una mujer en el suelo, con medio cuerpo desmembrado pero con el impulso vital del movimiento. En un gesto de piedad, entre lágrimas, acaba con su vida de un disparo en la cabeza. Ese mismo Rick no vacilará mucho después, en una de sus noches más oscuras, en cometer una matanza sin tregua entre los zombis de una prisión. Aquí ya no hay compasión, sino rabia. También cambiará su actitud hacía los demás. En un momento de infortunio, acepta ser el líder del grupo, sólo si aceptan sus decisiones. En un discurso áspero proclama que ésto ya no es una democracia, que para sobrevivir tendrán que acatar sus órdenes, que él manda sin condicionantes ni cortapisas. El tiempo volverá a dar una vuelta de tuerca más a su desesperación y, en un momento de tribulación e incertidumbre, ya no quiere volver a ejercer como responsable, demasiadas muertes, demasiadas pérdidas como para recaer sobre sus hombros el peso del destino. La vida de todos dependerá de nuevo de sus determinaciones, de sus opiniones y de sus opciones personales. El sentido democrático vuelve como remedio a la soledad de un mundo que desespera hasta la extenuación.



"Estamos entre ellos... ¡Y cuando por fin nos rindamos, nos convertiremos en ellos! Vivimos un tiempo prestado. ¡Cada minuto de nuestra vida es un minuto que les robamos!. Míralos ahí fuera. Sabes que cuando morimos nos convertimos en ellos. ¡Crees que nos escondemos tras los muros para protegernos de los muertos vivientes!. ¿No lo entiendes?. ¡Nosotros somos los muertos vivientes!."
