Revista Cine
Director: Michael Curtiz
Cuando era niño siempre pensé que mi árbol de navidad era un poco miserable y reprochaba, para mis adentros (así me ahorraba gritos y regaños, por supuesto), la falta de adornos y cosas así. Hoy, caso contrario, mientras adornaba el árbol no paraba de pensar "demonios, ¿siempre tuvimos tantos adornos?, ¡voy a terminar agotadísimo!", y luego me reía un poco de cómo cambian las cosas. Pero, cambiando de tema, ayer terminó la primera parte de la octava temporada de "The Walking Dead", pero ya dije hace tiempo, luego del segundo episodio, que no pensaba seguir viendo ninguno más porque me parecía insultante la manera en que meten relleno y, básicamente, alargan durante ocho episodios lo que se puede hacer, a lo sumo, en tres (y ya ni hablar de los tics "narrativos", o de los innumerables deus ex machina, o de ciertas inverosimilitudes en el guión y en los planes de los personajes), pero supongo que esas son las ventajas de la televisión por sobre el cine: hay más espacio para "desarrollar" más cosas, para meter y meter personajes, tramas y dramas que no aportan nada al conjunto salvo sopor pero que hacen justamente eso, "contar más". De todas formas igual quería hablar de "The Walking Dead", sólo que me refiero a la película que Michael Curtiz dirigió y Boris Karloff protagonizó el año 1936.
No es "The Walking Dead" una película de zombis, pero si de una resurrección, de alguien que muere y regresa a la vida. El asunto de la resurrección está envuelto en una trama de corrupción y chanchullos criminales que otorga estructura dramática al argumento, a la historia de un pobre diablo que acaba de salir de la cárcel y que, por un puñado de hechos malintencionados y desafortunados, acaba muerto y, luego... resucitado. Si bien la película no ahonda mucho en los temas que va abordando, sí me parece sumamente interesante el tratamiento que propone a la resurrección: no es necesariamente estilístico, aunque tenga algunas escenas de terror (impecable la sugestión de los encuadres, las luces y las sombras, la evocación al expresionismo alemán) y Karloff parezca por momentos el típico y despiadado monstruo que ataca de noche, implacable, a aquellos que le causaron daño; más bien diría que el interés es psicológico y moral, incluso existencial. La resurrección, Karloff regresando de la muerte como mensajero para los vivos, un mensaje de culpas, escrito con la sangre de otros, la pesadilla de verse perseguido por los propios males y no saber responder ante ellos. El interés también puede ser espiritual: ¿cómo es la muerte?, ¿qué vio y "vivió" Karloff del otro lado?, ¿qué trajo consigo de la oscuridad eterna?, ¿por qué volvió con habilidades sobrenaturales, conociendo la identidad de sus malhechores cuando en vida nunca supo qué se cocía alrededor suyo? Son sólo preguntas y la película decididamente lo deja todo en misterio, en las manos del Señor, pero de todas formas son planteamientos interesantes y que, en términos narrativos y dramáticos, son aprovechados de buena forma dentro del relato, porque es esa incertidumbre, esa incógnita, la que alimenta el poder metafórico de los personajes y los acontecimientos. No estamos solamente ante la historia de un sujeto que vuelve de la muerte para vengarse de aquellos que lo enviaron al otro mundo, sino la de un sujeto que quiere hallar sentido a su muerte aunque sólo encuentra más muerte mientras vaga, en la noche, clamando por respuestas y razones. Y la moral es que no hay razones y nadie tiene respuestas.
"The Walking Dead" dura apenas una hora y quizás por eso no parezca tan compleja como pudo haber sido, sin embargo, sigue siendo una película sumamente recomendable, ya sea por su historia bien estructurada que cuenta con personajes bien construidos y definidos, que albergan significado y logran ser más que simples instrumentos de guión (ellos, sus motivaciones, definen la acción y no viceversa), ya sea por la notable dirección de Curtiz, quien demuestra, de nuevo, su dominio de las cualidades expresivas de la imagen audiovisual (la escena del piano, cuando la mirada penetrante de Karloff invade de culpa y miedo a los antagonistas, es sensacional: nada de palabras ni explicaciones verbales baratas, una narración estrictamente visual y sonora capaz de narrar poderosamente un momento tan intenso y crucial). A mí realmente me sorprendió que la película aprovechara el tema "zombi" para plantear temas tan interesantes, la resurrección como metáfora, la música como voz del alma, la propia culpa como arma mortal, etc.
"The Walking Dead" no será la piedra angular del asunto, pero oigan, se valora la propuesta y las preguntas planteadas. Y para qué estamos con cosas: también es una buena historia de "venganza" de ultratumba y chanchullos criminales. Y Boris Karloff está sensacional, con esa mirada que no refleja odio ni maldad, sino tristeza y agonía. No se pierdan esta película.
...me enteré que mordieron a... bueno, para qué dejarlo tuerto si después no tardas en removerlo de la nómina de pago... alguien no tendrá novia susurradora después de todo...