Tras dejarnos con la boca abierta en la presentación de Negan, el argumento de esta séptima temporada se ha alejado una y otra vez de esa trama, la principal, con episodios íntegramente situados en escenarios fuera de Alexandria, hogar de los protagonistas. Visitamos así la monarquía medieval de
El Reino; el aterrador Santuario de los Salvadores; la cobarde Hilltop; o una nueva comunidad íntegramente femenina llamada Oceanside. Estas desviaciones del relato tienen un interés relativo, pero definitivamente no igualan en ningún momento la fuerza dramática de las escenas entre Negan y los personajes principales. Porque además, en esos episodios se adopta el punto de vista de secundarios como Carol (Melissa McBride) y Morgan (Lennie James); el desfigurado Dwight y hasta Tara (Alanna Masterson). Personajes que no tienen el carisma de los más reconocibles -y mejor dibujados- Rick, Daryl (Norman Reedus), Michonne (Danai Gurira) o incluso Maggie (Lauren Cohan). El resultado es una temporada irregular en la que se alternan entregas interesantes -Service- con otras más bien soporíferas como Swear, Hostile and Calamities o incluso Say Yes. Se puede decir que The Walking Dead se muere de éxito: el gran carisma de Negan hace que todas las demás situaciones palidezcan en comparación.Lo que no quiere decir que la temporada haya carecido de buenos momentos e ideas -extraídos del cómic original, muchos de ellos- como la imagen del rey Ezekiel (Khary Payton) y su tigre; el humillante trasfondo de la historia de Dwight; los zombies que salen de la arena en Swear o los que emergen de un buque hundido en Something they Need; la escena macarra en la que Rick y Michonne despedazan muertos vivientes con un cable que conecta sus coches en Rock in the Road; la criatura acorazada con pinchos de New Best Friends; la artimaña post-11S de Richard (Karl Makinen) para forzar el enfrentamiento con los Salvadores de Bury Me Here. Lamentablemente, creo que los aciertos no superan a los fallos. Como la incoherente escapada romántica de Say Yes; el cansino aislamiento de Carol; el casi olvidado embarazo de Maggie; las misiones suicidas de Carl (Chandler Riggs), Jesus (Tom Payne), Sasha (Sonequa Martin-Green) y Rosita (Christian Serratos) que predeciblemente fracasan; y sobre todo, la fallida evolución de Rick, que se vuelve un cobarde ante Negan y luego decide luchar de nuevo sin que nada justifique convincentemente sus cambios de actitud. El season finale -en el que normalmente la serie eleva el nivel para enganchar- nos deja un episodio entretenido, sin duda, pero decepcionante. El argumento acumula giros en la acción para sorprendernos, pero también incluye flashbacks que ralentizan el ritmo. Se cumple la regla de la muerte de un personaje -más o menos- importante, pero, en definitiva, se retoma la dinámica de la primera entrega: el clímax vuelve a poner a los héroes a merced de Lucille y Negan. Entonces aparece un antiguo cliché cinematográfico: la caballería salvadora, el Halcón Milenario que aparece de la nada, un Deus ex Machina en forma de tigre que seguramente dará mucho que hablar en las redes.