El pasado domingo 7 de febrero, los Estados Unidos contuvieron la respiración un año más con la final de su Super Bowl. En la XLIV edición de la gran noche del fútbol americano, los Saints de Nueva Orleans se alzaron con la victoria por primera vez en su historia. Eso y demás cosas por el estilo en el plano deportivo, porque en cuanto a lo que rodea a este evento y no está relacionado con un balón, que es mucho, los triunfadores fueron unos forasteros. Ni quarterbacks ni fullbacks, el mejor touchdown lo anotaron dos viejos rockeros.
La guitarra de Pete Townshend y la voz de Roger Daltrey, o lo que es igual, The Who, hicieron vibrar a los melómanos que se dieron cita en el Sun Life Stadium de Miami. A ellos y a los 106´5 millones que siguieron el encuentro por televisión, récord absoluto. La ocasión no podía ser más propicia para demostrar a las nuevas generaciones, a las más escépticas sobre esto del Rock, que han sido y son más que un par de sintonías de una serie de éxito —que nadie se despiste, hablamos de CSI—. Y no la dejaron escapar. En 12 minutos recorrieron sus 46 años de existencia intrerpretando algunos de sus temas más célebres: Pinball Wizard, Baba O´Riley, Who Are You?, See Me, Feel Me y Won’t Get Fooled Again.
Pero ante todo, lo hicieron de la manera que siempre les ha caracterizado, esa comunión perfecta entre calidad y espectáculo. Así pues, subidos a un escenario fabuloso y haciendo gala de un sonido aún mejor, los británicos no desentonaron y lograron que el descanso del partido pasara deprisa. Un verdadero homenaje tanto para ellos como para los fieles de su música. Estamos de enhorabuena, el Rock, al contrario de lo que sostenía cierta canción de Marilyn Manson, no está muerto.