Holanda es hogar de gente persistente y de grandes ingenieros, pues su existencia misma es una forma de imponerse a los designios naturales y modificar el mundo para agregarle algo que no tenía. En igual medida, es un país fuertemente marcado por el arte, generando una tradición pictórica que abarca talentos técnicos como el de Van Eyck, enigmáticos como El Bosco y atormentados como Van Gogh.
De esa mezcla no contradictoria, sino complementaria, entre búsqueda estética y comprensión ingenieril, parece natural la existencia de un creador, en el mayor sentido de la palabra, como Theo Jansen (Scheveningen, 1948), nacido frente a esas mismas costas que sus antepasados le arrebataron al mar y con una inquietud que lo llevó a explorar la pintura hacia la década de los 70 y, desde hace 25 años, a trabajar un conjunto de esculturas cinéticas que ha bautizado con el nombre de Strandbeest (Animales de playa).
Theo Jansen realizó estudios de Física en la ciudad de Delft, estudios que abandonaría para dedicarse a la pintura. Sin embargo, en sus múltiples experimentaciones la Física estuvo constantemente presente. A la par de la pintura desarrolló una máquina voladora que hizo sentir zozobra a más de uno en Delft. Luego, interesándose por la robótica, creó una máquina de pintar que presentaba un alto nivel de precisión.
Años después, mientras escribía en un medio local y reflexionaba sobre el cambio climático, imaginó la existencia de criaturas que viviendo a lo largo de la costa pudieran servirse del viento y mover la arena para salvar las tierras que podrían inundarse nuevamente por el calentamiento global.
Strandbeest: Asombrosas criaturas
Luego de esa especulación alrededor del cambio climático, Jansen trabajó en crear las criaturas que había imaginado, sirviéndose para ello del material más cotidiano y económico del mercado, el tubo plástico amarillo que se usa de manera estandarizada en Holanda para las instalaciones eléctricas externas y que, con el pasar del tiempo, va adquiriendo una tonalidad blancuzca como la de los huesos.
Así, pasó todo el año de 1990 construyendo su primera criatura, que bautizaría con el nombre de Animaris Vulgaris. Compuesta por 28 patas, cada una articulada en tres partes, y una espina dorsal, la primera criatura nunca caminó, pero le sirvió al creador para aprender sobre locomoción y explorar posibilidades.
En su siguiente criatura, Animaris Currens Vulgaris (1992), Jansen introdujo las bridas de plástico para el armado de los tubos, además de reducir el número de articulaciones de cada pata, de tres a dos. Quizá la innovación más trascendente de este período fue la programación informática, pues utilizó una computadora Atari para calcular la proporción de los tubos que formarían las patas, así como las curvas al producirse la rotación de las partes. De dicho cálculo se desprende un algoritmo de 13 números, llamado por el mismo creador “los 13 números sagrados” que aún hoy permiten la creación de sus animales de playa.
Luego de éste vinieron nuevas criaturas, como Animaris Currens Ventosa (1993), Rhinoceros Tabulae (1998), Ordis (2006) y Animaris Modularius (2006). Cada uno con su ciclo de vida, que comienza en invierno, cuando Theo Jansen proyecta una nueva especie, avanza por la primavera con la construcción y su traslado a la playa, donde vive todo el verano en medio de los diferentes experimentos que realiza el persistente creador, hasta que termina su vida y se convierte en un “fósil”.
Durante más de dos décadas, cada criatura ha evolucionado a partir de los errores y aciertos de las anteriores. Cambio de materiales, modo de alimentación, nivel de autonomía. Los más recientes han desarrollado incluso sistemas para defenderse de las tormentas, además de un “cerebro” que mide sus pasos y los mantiene lejos del agua que podría “matarlos”.
Hay muchas maneras de crear, desde trazar unas pinceladas hasta amontonar un puñado de palabras en una hoja en blanco, levantar puentes, trazar carreteras y construir ciudades. Quizás la más anhelada es la de crear vida, no como una extensión de la nuestra, sino como algo nuevo, diferente a nosotros.
Theo Jansen emprendió este camino y hoy sus criaturas recorren la orilla de la playa, esquivan peligros, se alimentan y, por supuesto, evolucionan. Aún sueña con que puedan vivir más tiempo de forma autónoma y que un día incluso lleguen a sobrevivir a su creador.
Bestias que migran a Lima
Ahora algunos miembros de esta fantástica especie “animal” creada por Jansen llegan a Lima. La exposición Asombrosas criaturas, que acoge a partir del 7 de diciembre el Espacio Fundación Telefónica, presenta 7 Strandbeest de los diferentes períodos evolutivos. Cinco fósiles frente a dos bestias “vivas” ocupan la sala. Una de ellas, Animaris Plaudens Vela, perteneciente al período Cerebrum, cobrará vida (en horarios predeterminados) y caminará con la ayuda de unos compresores de aire que harán las veces de viento costero holandés.
La inauguración de Asombrosas criaturas contará con la presencia de Theo Jansen, quien ofrecerá una conferencia magistral (7:30pm). Para participar es necesario inscribirse en la web de Fundación Telefónica.