Revista Cultura y Ocio
En pocas décadas el mundo de la música clásica ha experimentado un cambio muy importante en lo que se refiere a su imagen de cara al exterior. Hasta hace nada, los intérpretes y directores respondían a un patrón en el que se veían muy pocas variaciones. Eran gente que vestía de forma elegante y cuyo comportamiento era intachable. Poco dados a la extravagancia y con un ineludible aire intelectual. Había excepciones que rompían esa tónica, como la que supuso la irrupción del Kronos Quartet en su día, pero no pasaban de ser una curiosidad.
Sin embargo, en los últimos tiempos vemos como prolifera otro tipo de intérpretes. Jóvenes que no tienen complejos a la hora de vestir o peinarse, que afrontan con naturalidad repertorios clásicos mezclados con otros contemporáneos y que no distinguen entre géneros. Thibault Cauvin estaría en este último grupo. Se trata de un joven músico francés que a sus escasos 34 años ya tiene una carrera muy dilatada que abarca una decena de discos en los sellos más prestigiosos y más de mil conciertos por medio mundo (más de 120 países afirma en su web). Su instrumento es la guitarra clásica lo que ya tiene un punto de novedad ya que no es precisamente éste uno de los más populares en los repertorios de concierto de hoy en día y uno de sus patrocinadores es Billabong, la compañía australiana de ropa centrada en el mundo del “surf”, una de las mayores aficiones de Cauvin al margen de la música. En su discografía encontramos desde monografías dedicadas a compositores como Scarlatti, Albéniz o Vivaldi hasta selecciones de la obra para guitarra de distintos compositores de todas las épocas. En 2012 publicó el primer volumen de “Cities”, un trabajo dedicado a las ciudades del mundo que había conocido a lo largo de sus giras. Hoy nos vamos a centrar en la segunda parte de aquel disco, publicada a finales del año pasado y en la que el guitarrista se asocia con distintos intérpretes para continuar su recorrido por alguno de los lugares más fascinantes del planeta.
El disco se grabó en los míticos estudios de Château d'Hérouville, el lugar del que surgieron algunos de los mejores discos de artistas como Elton John, Pink Floyd, Jethro Tull, David Bowie, Iggy Pop, los Bee Gees o Fleetwood Mac. Los estudios habían permanecido cerrados durante más de una década pero se reabrieron recientemente con la idea de utilizarlos como centro de formación para músicos e ingenieros de sonido.
“Bamako” - La primera parada del viaje es la capital de Mali y de allí, Cauvin se trae al intérprete de kora, Ballaké Sissoko. Ambos interpretan una composición propia de Ballaké en la que la kora y la guitarra se hablan de tú a tú. Es una pieza lenta en la que sólo algún segmento a cargo de Sissoko rompe esa tónica. En todo caso es muy interesante.
“Cap Ferret” - “Todo viajero está encadenado a sus raíces y las mías están aquí” afirma Thibault sobre Cap Ferret, el cabo situado en la costa atlántica francesa. En la pieza, el guitarrista se acompaña de la voz de Matthieu Chédid, quien también toca la guitarra. El autor de la canción es el hermano de Thibault, Jordan, de quien hablaremos más adelante. Es un tema melancólico con un inconfundible aire francés que en algún momento puede recordarnos a los primeros discos de Yann Tiersen.
“Agades” - De la costa francesa a pleno desierto del Sahara, en el centro de Niger. Allí reside el músico Kevin Seddiki de quien Cauvin rescata su pieza “Désert” para interpretarla en compañía del trompetista Erik Truffaz en un estilo que es imposible no comparar con el del Miles Davis de discos como “Siesta”. La melancolía de la trompeta destaca sobremanera en una composición preciosa con un gran poder de evocación.
“Rio de Janeiro” - El siguiente viaje, Cauvin lo hace sólo. En esta ocasión nos lleva a Río de Janeiro con la pieza del también guitarrista clásico Marco Pereira “Bate-coxa”. En esta ocasión nos ofrece una veloz danza con aires del sur que no son exclusivamente brasileños ya que nos parece detectar la presencia de ritmos procedentes de la tradición de sus vecinos argentinos en mucho momentos del tema que es una invitación a ser feliz desde el primer momento y también la nota más alegre del disco hasta el momento.
“Venezia” - La primera parada “clásica” llega con una adaptación del madrigal “Si dolce è'l tormento” de Claudio Monteverdi en la que participa la mezzo-soprano Lea Desandre. Nada que objetar a dos interpretaciones exquisitas por parte de cantante y guitarrista.
“Budapest” - El violinista de jazz francés Didier Lockwood (quien también ha tocado con bandas de rock como Magma o Pierre Moerlen's Gong) es el invitado en “Csárdás”, la composición de Vittorio Monti que ya era una adaptación de un tema tradicional que es un clásico de la música “klezmer”. Es una pieza que desde el primer momento nos remite a la Europa Oriental con esa tristeza tan suya en su primera parte que luego se convierte en un frenesí rítmico cuando entra el tema principal. Cauvin está magnífico pero la interpretación de Didier Lockwood roza lo sublime.
“Bombay” - Mathias Duplessy es un compositor y multi-instrumentista francés que, al margen de la guitarra, domina varios instrumentos exóticos como el morin juur, una especie de violín de Mongolia. Ya colaboró con Cauvin en la primera parte de “Cities” y ahora repite con su pieza “A Night in Mumbai”, interpretada en solitario por el guitarrista. Es una de nuestras piezas favoritas del disco por lo contemporáneo de su sonido y también, quizá, porque nos recuerda a la música del amigo del blog Jorge Granda.
“Granada” - Afirma Cauvin que “España es la casa de la guitarra” y que por ello tiene un vínculo muy especial con nuestro país. Curiosamente, y a pesar de lo amplio del repertorio para guitarra de la música española, Cauvin escoge una obra para piano como es la “Danza Española No.2” de Enrique Granados para el disco. Se acompaña en su ejecución del violonchelista Christian-Pierre La Marca. Es una pieza maravillosa que suena bien en cualquier versión, ya sea la más fiel de sus interpretaciones clásicas o una adaptación de Tori Amos como la que ya disfrutamos en el blog tiempo atrás.
“New York” - El salto a Nueva York lo damos de la mano de la percusionista Adèlaïde Ferrière que acompaña a la marimba a Cauvin en su interpretación de “Mad Rush” de Philip Glass. Poco podemos decir aquí de Glass y de esta composición de la que a hemos comentado aquí varias versiones muy diferentes. En este caso, Cauvin opta por un enfoque en el que se limitan las repeticiones quedando reducida la duración de la obra a la mitad de lo que suele ser normal en su ejecución. Por ponerle algún pero, podemos señalar que la guitarra queda opacada en gran parte de la pieza por la marimba, instrumento más que capaz de ejecutar la obra por sí solo sin ningún tipo de acompañamiento.
“Tokyo” - Si España es la casa de la guitarra, Japón no le anda demasiado lejos en cuanto a la amplitud del repertorio compuesto allí en el ámbito académico del último siglo para las seis cuerdas. Como ejemplo, uno de los compositores más célebres del país como fue Toru Takemitsu, tenía un buen número de obras escritas para guitarra. Cauvin escoge, sin embargo, a otro músico nipón como Yuquihiro Yokoh y su arreglo de la popular pieza tradicional “Sakura” para el disco. Es una composición grabada en innumerables ocasiones por guitarristas de todo el mundo, aunque está lejos de la popularidad de otras obras que aparecen en el disco. Lo interesante es que ofrece momentos en los que el intérprete puede dar mucho de sí mismo y no nos referimos a que requiera de un especial virtuosismo sino a que ofrece un gran espacio para la expresividad de Cauvin que lo aprovecha a la perfección.
“Berlin” - Thibault tiene un hermano guitarrista llamado Jordan que también es compositor aunque se centra más en estilos cercanos al jazz. Aquí escuchamos una pieza escrita por Jordan en colaboración con Thylacine, el proyecto electrónico del saxofonista francés William Rezé. El uso de la electrónica (inevitable si queremos dedicarle un tema a Berlín), da una buena medida de la apertura de Cauvin que no quiere limitarse a un repertorio más o menos convencional. Como seguidores de la música electrónica que también somos, esta pieza nos parece extraordinaria.
“Istanbul” - Cierra el disco la composición “Koyunbaba” del compositor y guitarrista italiano Carlo Domeniconi. Es con mucho la pieza más larga del disco y también aquella en la que Cauvin tiene un mayor espacio para demostrar sus cualidades que no son pocas. Sin duda, otra de nuestras favoritas dentro del disco.
Como sus últimos discos, “Cities II” está publicado por Sony Classical lo que demuestra que la apertura del viejo mundo académico hacia otras músicas y estilos es ya una realidad consolidada e intérpretes como Thibault Cauvin lo demuestran continuamente grabando, incluso, videoclips, al más puro estilo de las estrellas del pop.