Después de pasar por India es difícil volver a otro país sin hacer comparaciones, y es que el desarrollo de Bangladesh en cuanto a cinematografía, no tiene mucho que ver con su país vecino (aun contando con unos 170 millones de habitantes). Eso sí, seguro que pocos imaginamos que allí se producen unas 100 películas al año, pudiéndose decir que existe una industria en torno al séptimo arte. La cifra no está nada mal, y seguro que en poco tiempo el cine de Bangladesh dará el salto a la distribución internacional. Ya lo ha intentado en diferentes ocasiones proponiendo películas para los Óscar y aún no lo ha conseguido, pero no creo que tarde mucho en suceder. La película de hoy fue propuesta para la Academia en el año 2011, pero no llegó a conseguir ser seleccionada para la candidatura.
Si nos ceñimos a los valores más universales que transmite la cinta, éstos tendrían mucho que ver con la amistad, el orgullo, y, sobre todo, la capacidad que tenemos las personas para decidir sobre nosotros mismos. El mundo interior de la protagonista es muy personal y a la vez se entiende muy bien por todos porque todas las personas se pueden ver reflejadas de alguna manera en ese mundo suyo, aunque cada uno tenga su propia versión personalizada. La importancia de su familia y de su pasado en las decisiones que toma para afrontar la vida del presente es un aspecto que seguro que a muchos nos suena si analizamos nuestro propio comportamiento. Nuevamente se aborda el machismo reinante en una sociedad en la que reina la hipocresía. Su director, Mostofa Sarwar Farooki, reivindica a la mujer como una persona, de igual a igual con el hombre, como lo que es.
Probablemente, el aspecto a destacar por encima de los demás, es la fotografía. Eso sí, no está siempre al mismo nivel, con momentos en los que no se le presta especial atención pero con otros en los que el trabajo del director de fotografía brilla por encima de todo lo demás. El tratamiento que se le da al movimiento de la cámara cumple con su cometido, aunque no aporta soluciones nuevas o especialmente destacables: planos estáticos combinados con cámara en mano. El montaje de las imágenes se descuida en ciertas ocasiones y descoloca un poco al espectador, aunque el hilo narrativo logra la continuidad que la imagen a veces.
La música, en general, no termina de funcionar. Hay un par de canciones buenas y que funcionarían bien empleadas con criterios diferentes, pero la elección de temas no parece la más apropiada, sobre todo cuando se utilizan compases que, más que reforzar lo que se muestra con la imagen, parecen que van en contra.
La historia está muy centrada en la protagonista, Ruba, una joven que no tiene en cuenta las tradiciones de su arraigada familia a la hora de desarrollar su vida en pareja y sufre cómo es dejada de lado y tiene que desenvolverse por sí misma cuando cambian sus circunstancias y se queda completamente sola. Su buen humor, unido a su constancia y la velocidad de aprendizaje que desarrolla, consiguen que pueda salir adelante y tenga que tomar decisiones para las que no parecía estar preparada en un principio. El papel de sus “yo“ pasados son determinantes a la hora de encontrar fuerzas para actuar.
La protagonista absoluta es Nusrat Imroz Tisha, la actriz principal, que consigue esculpir un personaje que parece frágil pero que termina mostrando sus fortalezas. La velocidad en la dicción me ha dejado con la boca abierta, hay conversaciones que se convierten en verdaderos momentos “Micro Machines“, aunque igual tiene que ver con la forma de hablar de este enigmático (para nosotros) país.
Es una película pequeña, sin alardes ni despliegues, pero que cuenta una historia muy personal con un personaje que consigue conquistar al espectador. Quienes quieran descubrir un cine diferente a lo que encontramos en nuestras pantallas de cine deben ver este trabajo y otros que abordo en los artículos de esta sección.
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