Revista Cultura y Ocio
Thor regresa a Asgard para que Loki se enfrente a la justicia por sus crímenes cometidos contra la Tierra. Mientras intenta mantener la paz en los Nueve Reinos, una nueva amenaza surge de las sombras del Universo: Los elfos oscuros, derrotados hace eones por el padre de Odín, regresan capitaneados por Malekith, quien planea abrir un portal entre dimensiones y alzarse como señor de los Nueve Reinos. Ahora en solitario, Thor se enfrentará a esta vieja amenaza, a su propia familia y se reencontrará con su amada Jane Foster.
Después de Iron Man 3, Marvel Studios cierra este 2013 con una nueva entrega de su saga cinematográfica de Los Vengadores, en esta ocasión dedicada al dios del trueno. La primera parte de las aventuras del hijo de Odín me pareció una película muy digna, con sus más y sus menos, que conseguía capturar el espíritu del protagonista, retratar a los personajes fielmente y ofrecernos una buena dosis de entretenimiento sin pretensiones. Lo mismo sucede con su secuela, sólo que esta vez se eleva la escala del filme: una amenaza mayor que implica más despliegue de medios y muchos más efectos especiales.
Como ya sucediera con Iron Man 3, Thor: el mundo oscuro se posiciona como un ejemplo de entretenimiento de buena factura, tiene sus defectos pero se trata de una película concebida por el estudio para contribuir a la saga y contentar al público con espectáculo eficaz, lo cual cumple con creces. En esta ocasión, Kenneth Branagh abandona el puesto de director, que recae en las manos de Alan Taylor, que viene del mundo de la televisión, donde se ha encargado de varios episodios de la aclamada Juego de tronos. Taylor cumple su función sin más, aporta ritmo a la trama diseñada por Christopher Yost y compañía y se desenvuelve bien en las escenas de acción y de batallas, reflejando la grandeza de la Asgard cósmica que hemos disfrutado en historias clásicas de Thor; a mí particularmente me recuerda a la de los Relatos de Asgard (uno de mis cómics de Thor favoritos) y a la etapa de Stan Lee y Jack Kirby. Además, los personajes están retratados con pinceladas básicas pero certeras: tenemos a un Thor noble y heroico, a una atrevida Jane Foster, a un Loki maquiavélico, y a secundarios con más presencia como Sif o Heimdall, mientras que Malekith se limita a ser el villano de función, que no aporta demasiado. Quien tampoco brilla mucho es Brian Tyler con una banda sonora que acompaña sin más a la acción, sin resaltar tanto como la de Patrick Doyle en la primera parte.
El reparto también está bastante acertado, con Chris Hemsworth consagrándose como el hijo de Odín, Natalie Portman moviéndose con soltura como su amada humana, Stellan Skarsgard con un papel divertido, Kat Dennings resultando cansina a más no poder, y el gran Anthony Hopkins dando vida a un Odín que inspira respeto y majestuosidad. Quien roba la función, una vez más, es Tom Hiddleston, que ha hecho suyo el personaje de Loki desde que lo interpretara con inteligencia en la primera parte. Al contrario que Malekith, Loki es un villano con personalidad y motivaciones propias, no busca el mal por el mal, tiene su lado humano y una interesante relación de amor-odio con Thor que pocos guionistas han sabido explorar. En El mundo oscuro se alza como un gran secundario, así que esperamos con ganas su futuro papel en la secuela o sus apariciones en Los Vengadores.
Sin llegar a la altura del triunfo de Joss Whedon con los héroes más poderosos de la Tierra, Thor: El mundo oscuro supone una película muy entretenida que captura con respeto y diversión el mundo del dios del del trueno. Poco más que destacar de ella, a parte de algún guiño a Los Vengadores y de un adelanto de lo que nos puede esperar el próximo año en Los Guardianes de la Galaxia.
Ficha de la película.