Revista Cine
El lcetor asiduo de este blog sabe que nunca he sido lector de cómics –en la infancia leí Kalimán, Memín, Archie, Lágrimas y Risas y algunas otras cosas extrañas como “el Capulinita”-, pero veo cine desde que tengo uso de razón. Más claro aún: a mí lo que me interesa, cuando veo una cinta basada en un cómic –o su pariente snob, “la novela gráfica”- es la película en sí y me tiene muy sin cuidado qué tan fiel es el filme de marras a la trama original, si se parece o no el actor al súper-héroe elegido o si el villano hacía lo mismo que maloso de la revista. Entiendo que estos son temas que fascinan a los especialistas en cómics pero, la verdad, la fidelidad de una película a la obra original es una mera característica, no una virtud –ni un defecto. Así que no tengo la menor idea qué tan fiel resulta Thor (Ídem, EU, 2011) al cómic original que, debo confesar, ni siquiera sabía que existía hasta que vi el tráiler del filme hace algunos meses. Puedo intuir, en todo caso, que lo mejor de la película –los destellos de buen humor que están diseminados en el segmento terrestre- no están en el cómic. A menos, claro, que esté equivocado y que los running gags chistosones de la película –Thor siendo atropellado por la científica terrestre en dos ocasiones, su grito recurrente “soy el poderoso Thor” antes de que lo noqueen o lo duerman por malacopa, la descripción hilarante que se hace de los amigos de Thor como “Robin Hood, Xena y Jackie Chan”- hayan salido directamente de alguno de los números originales de Thor, el comic. Los especialistas me dirán. La trama va así: el mítico Thor (el menonita en esteroides Chris Hemsworth) es expulsado hacia la Tierra por su papá malhumorado Odín (Anthony “juay-de-rito” Hopkins), por lo que el forzudo güero tendrá que aprender a comportarse como un humano común y corriente. Como en el camino se encuentra con una científica pequeñita, bonita, simpática, con Oscar en la mano (Natalie Portman), el asunto le resultará leve a él y a todos nosotros. Mientras tanto, en el reino mítico-nórdico de Asgard, Loki (Tom Hiddleston), el hermano envidioso de Thor, se ha hecho del trono, porque a Odín le dio un patatús. La sección en la que Thor lidia con sus poderes terrenales –o, más bien, con su falta de poderes- es genuinamente divertida. La fórmula del “pez fuera del agua” es antiquísima, es cierto, pero los actores la ejecutan muy bien, los diálogos tienen chispa y Kat Dennings –como la amiga de Natalie Portman- se roba cada escena en la que aparece. Stellan Skarsgard aparece por ahí también pero, además de cobrar el cheque respectivo, no veo qué otra función tiene su personaje en la trama –bueno, después de la secuencia de créditos finales, algo se sugiere para la secuencia: quédese hasta el final-final, si le interesa. La película la dirige, por cierto, Kenneth Branagh y quiero suponer que el buen juego actoral de la sección “terrestre” –porque las escenas en Asgard son soporíferas de lo solemnes- se debe a él. Pero, como es ya costumbre en las cintas basadas en cómics de la Casa Marvel, llega la batalla final y todo se vuelve estallidos, ruidos, confusión… y bostezos. Claro, el lector dirá que se trata solamente de otra cinta de súper-héroes, que no le exija tanto, que aguanta el palomazo… Y, la verdad, es cierto, Thor aguanta el vaso de palomitas. Pero nada más. Se queda muy lejos de Superman (Donner, 1978), de El Hombre Araña (Raimi, 2002) y hasta de los Batman de Tim Burton y Christopher Nolan, las mejores cintas de súper-héroes, según este hereje del mundo del cómic.