Si hay un lugar mágico y emblemático en Barcelona y que además sea capaz de “tele transportarte” al pasado, sin duda es el histórico Parque de Atracciones del Tibidabo.
Inaugurado en 1899 y con ya más de 100 años a sus espaldas, fue el primero en construirse en España y uno de los más antiguos de Europa. Aunque lo más destacado, es que todavía conserva ese toque retro de antaño, con aquellas atracciones que le hicieron famoso; el Avión, la Atalaya, la sala de los Espejos, los Autómatas,…
Situado en el punto más alto de Collserola, ofrece unas impresionantes vistas consiguiendo que algunas de sus atracciones sean más espectaculares, al crear una sensación de caída sobre la ciudad condal. Como por ejemplo la emblemática Atalaya, una imponente construcción de los años 20 de 50m de altura, que permite disfrutar de las mejores vistas de Barcelona a 550m sobre el nivel del mar. Fue tal el éxito conseguido con ella en su día, que incluso llegaron a atribuirle propiedades curativas.
Wall-E tampoco quiso perderse la excursión y me lo encontré de polizón en la mochila. Aquí lo vemos observando el Avión. La atracción más emblemática del parque construida en 1928 y uno de los primeros simuladores de vuelo propulsado por su propia hélice, además de ser una réplica del primer avión que hizo el trayecto Barcelona-Madrid.
La Muntanya Màgica como llamaban al Tibidabo en mis tiempos mozos, abre a las 12h y en lugar de la calcomanía de antaño, ahora hay que ponerse una pulserita naranja que te da acceso a todas las atracciones. Así que empezamos nuestro particular paseo en El Almacén de las Brujas y los Hechiceros, un trenecito colgante para niños inaugurado en 1915. Recorre parte del parque mientras te cuenta una historia sobre duendes. Es un paseo muy recomendable para entrar en situación retro gracias a sus figuras, la ambientación “mágica” de sus túneles, los efectos de luz y los colores.
Nuestra siguiente parada fue La Mina de Oro, un refrescante paseíto con varios desniveles dentro de una embarcación en forma de tronco, simulando una mina de Oro del Oeste americano.
El recorrido es cortito y aunque te mojas un poquito, me tome la libertad de grabar un pequeño video con el iPhone.
La siguiente parada fue en La nueva Montaña Rusa (una pena que no hayan conservada la antigua), muy al estilo Dragon Khan te eleva a más de 500m sobre el nivel del mar, para contemplar una de las mejores vistas de Barcelona para bajar después a más de 80 km/h entre el bosque y la La Mina de Oro.
Más adelante quisimos volver a nuestra infancia balanceándonos en el mítico barco Piratta situado justo debajo del Avión. Solo nos faltaba cantar como Jack Sparrow eso de “hou hou un gran pirata soy”…
Llegamos entonces al Diavolo para un relajado viaje, donde lo divertido era dejarse llevar para sentirse libre volando como un pájaro y sin pensar que como se rompiera una silla aterrizaríamos en mitad de la ciudad. Viaje de vértigo en el que al final terminé con un mareo interesante.
Bajamos hasta el Tibidabo Express, una montaña rusa que emula una estación de tren del Oeste americano y que te da un par de vueltas a gran velocidad por el bosque, grandes sacudidas en el túnel (que se lo digan a mis costillas) e incluso rodea el castillo misterioso. Aunque no parezca gran cosa en un inicio, es de las atracciones más divertidas del parque.
Y al final llegamos al Mítico Castillo Misterioso. Un castillo encantado que desprende naftalina por todos sus poros.
Lleno de sorpresas, efectos sonoros y mecánicos, puentes levadizos, pasarelas y un ambiente que incluyendo hasta su olor, es de lo más retro.
Una de las atracciones que más me gustaba de pequeña, así que no pude evitar hacer el payaso al salir.
Paramos para reponer fuerzas en uno de los restaurantes Fast food de los que puedes encontrar en el parque. No hay mucha variedad la verdad, así que tanto daba uno que otro si no te habías llevado el Tupper.
Tras deleitarnos con un manjar más típico de un McDonald’s que otra cosa, nos dirigimos al Hurakan. Una de las atracciones más interesantes porque da giros de 360º y caídas en picado. Quizás, subir a una especie de batidora gigante no sea lo más aconsejable después de comer, pero en su momento pareció buena idea.
Como tampoco había mucha gente, pedimos que nos dieran otro viaje sin movernos de nuestro asiento. Esta vez tengo que decir que le dieron un poco más de intensidad, así que a un tercero ya no llegamos, o seguro que gracias a nuestro estomago, habríamos requerido de los servicios de limpieza.
Tras bajar del Hurakan, nuestro estomago pidió un poco de relax, así que nos dirigimos a la sala de los espejos o Miramiralls, una atracción galardonada con el premio FAD de arquitectura. Se trata de una sala de espejos cóncavos-convexos, a la que se accede a través de un laberinto también de espejos y con la que puedes distraerte viendo imágenes a cual más grotesca de ti mismo.
Al salir entramos en el mítico Museo de Autómatas, que contiene una colección de autómatas y máquinas automáticas de finales del siglo XIX hasta inicio del siglo XX. Algunas fueron importadas de varios países europeos y otras fueron construidas por los propios empleados del parque. Es una de las mejores colecciones del mundo y desprenden naftalina y grima que da gusto. Ideal para rodar una peli de terror serie B.
Justo enfrente del Miramiralls y el Museo de los Autómatas antaño podíamos encontrar la antigua montaña rusa. Toda una joya de inicios de siglo, que si bien no daba miedo, podías imaginarte a la gente de la época gritando con sus trajes de domingo. En su lugar, ahora han construido una plaza con fichas de dominio gigantes con el Carrousel de fondo.
Una de las atracciones que recordaba con mayor expectación era el Krüeger Hotel, un pasaje del terror ambientado en un viejo hotel abandonado, al que se accede a través de una puerta giratoria. El viaje se inicia en el hall donde el recepcionista nos introduce en la historia, para después continuar la aventura hacia su interior encontrando escenas de varias películas como El exorcista, chucky, Annibal Lécter, Freddy Krüeger, Jason…
La verdad está muy bien ambientado y es de los mejores pasajes del terror que he visto. Como curiosidad comentar, que puedes entrar hasta tres veces con la misma entrada, cada vez te marcan un 6 en la pulsera hasta que completas el 666
Y antes de irnos parece que Wall-E encontró a un amiguito desde donde podíamos ver toda Barcelona.
Un intenso y divertido día para disfrutar como niños en el parque de atracciones. Así que si tenéis oportunidad de visitarlo, no lo dudéis. No siempre se puede uno pasear por un parque de atracciones centenario.