Los tics neocoloniales son muy difíciles de quitar. Más cuando eres Francia. Hablar de libertad, igualdad y fraternidad queda muy bien, pero en el fondo es el mismo mensaje que utilizaba Napoleón para invadir con sus tropas toda Europa.
Con todo, Francia se ha convertido en ese miembro de la política internacional capaz de movilizar a toda la comunidad internacional en pos de una resolución en la Asamblea General de la ONU y, llegado el momento de la votación, abstenerse por un repentino cambio de opinión. ¿Por qué lo hace? La razón es bien sencilla: porque es Francia, y puede.
Cuando se juntan ese espíritu brabucón de viejo dueño terrateniente molesto por lo que cultiva la gente del pueblo en lo que antes eran sus campos de equitación, con un político megalomaniáco y capaz de comprometer todos los estamentos del Estado en pos de su adulación pública, pasan cosas como la Operación Turquesa. O como el recién intento de intervención militar en Mali.
Francia, como España, tiene nacionales secuestrados en territorio de Mali. El miércoles pasado, utilizando bandera del Estado tapón de Mauritania, tropas francesas y de dicho país se adentraron sin permiso en territorio malí con la pretensión de rescatar por la fuerza a su ciudadano. En un gesto que será valorado -muy valorado- por esa derecha universal, presa de la testosterona política, que indica que allá donde haya un nacional -uno de los nuestros- en aputos se ha de mandar todo el equipo armamentístico local y subsanar el atropello independientemente de los daños colaterales, el derecho y todo lo que se ponga por delante, Sarkozy -aka SarkoStar- ha invadido Mali bajo bandera mauritana. Suponemos que eso de esconderse, para el ejército francés, es muy testicular y honra el servicio militar.
La operación ha sido un fracaso, no rescatando al secuestrado y matando a seis personas que, supuestamente, pertenecían al grupo terrorista de Al-Qaeda en el Magreb. Seis muertos que, todos los medios nos lo dirán, han formado parte de esos locos sin escrúpulos capaces de secuestrar y matar con tal de conseguir sus objetivos políticos. Como el Gobierno Francés, aparentemente.
Los grupos de Al-Qaeda en el Magreb crecen constantemente, según los expertos, enfrentándose a los estados de la zona y amenazando a los nacionales de países occidentales con sufrir ellos las penas que el mundo rico le impone al pueblo musulmán. Uno de los motivos para que este mensaje cale en la región es la aparente lucha contra la dominación occidental, contra el imperialismo sobre el mundo árabe o islámico -que no son lo mismo, pero en este caso se confunden. Pareciera que, una intervención militar de una potencia extranjera, antigua metrópoli colonizadora, que además se encubre tras el velo del gobierno títere de Mauritania, no hace sino reforzar la posición de los grupos de Al-Qaeda en la zona y justificar su presencia.
Este Gobierno Francés ya es un experto en saltarse límites estatales de sus antiguas colonias. Sarkozy ya se tomó la justicia por su mano y se plantó en Chad para sacar de la cárcel a un grupo de franceses y españoles acusados de secuestrar niños.
La intervención es un reto al principio de soberanía territorial de los Estados. Se alega que Mali no es capaz de controlar todo aquello que se realiza en su territorio y, por el bien de la seguridad internacional -es decir, de occidente- se les invade en operaciones relámpago, camuflados por bandera mauritana y con nula capacidad de respuesta. Y todo aun a pesar de que el ejército de Mali viene siendo asesorado por EE.UU. desde hace tiempo. Incluso en la guerra la honradez es tenida en cuenta y los motivos han de ser justificados. Esta invasión es una prueba más de que en esto de la política internacional el derecho no es lo que cuenta. Lo que cuenta es estar en el posicionamiento estratégico de quienes dominan el mundo. Si te llamas Mali o Serbia, tu soberanía territorial es algo que puede ser cuestionado, ya sea en nombre de la seguridad global o de los derechos humanos.