Revista Viajes
Me acerco hasta el Castillo, hoy poco más que una grandiosa torre hermosamente conservada. Los páramos inmensos de Castilla juegan a esconderse entre los oteros que forman estos Montes Torozos. El pasado eleva romances a esta tierra donde nuestros antiguos emplearon tiempos entre conversaciones, pactos y peleas.
He subido desde el punto más bajo donde aún se conserva el lavadero. Imagino a los guerreros con el calor de junio más agobiados por el llanto de ausencias que por temor a la pelea. Aún es visible el muro y el puente en su puerta de entrada. Hoy es fácil llegar sin más armas que el bolígrafo y el sombrero, sin más enemigos que algún gorrión que observa entre la sombra de algún hueco y no tiene fuerza ni ánimo para volar con este sol.
Castillo de Tiedra.
Las piedras que están en la umbría de la reluciente fortaleza, mantienen frescor suficiente como para reconfortar mi breve descanso en el camino.
Frente al castillo se levanta el edificio de la escuela. A través de sus muros aún se escucha la lección del último maestro. Hoy están dedicadas a diferentes usos que requiera el pueblo. En su viejo patio continúan dando fruto los manzanos y las dalias mantienen el entusiasmo de la palabra.
Ruinas del templo de San Pedro, rodeada de edificios y verdor.
Grito de pasado ilustre, las ruinas de la iglesia mudéjar de San Pedro son visibles desde cualquier parte cuando el viajero se aproxima a Tiedra, donde esta noche representará teatro en el antiguo Pósito hacia el que se dirige. Antes ha de pasar por la amplia Plaza Mayor, levantada sobre un solar de lo que fue hospital.
La Plaza Mayor de Tiedra se edificó en el siglo diecinueve.
Las distancias son cortas. Me aproximo al gótico del templo dedicado al Salvador. Su espadaña está adornada con un pequeño balcón para que sea más cómodo el esfuerzo de hacer sonar las campanas…hoy pueden ser monótonos sus sonidos de acero. Pero las campanas de los templos dieron muchos avisos diferentes a lo largo de nuestra historia. Recuerdo en mi infancia… (Sí, lo añado) sus llamadas a las hacenderas colectivas para trabajar en beneficio del pueblo, los lamentos doloridos que nos llamaban a la casa de algún muerto, las festivas carcajadas de los festejos, la hora de llevar las vacas a pacer a los prados comunales…Recuerdo…
Templo del Salvador. De los diversos templos que tuvo el pueblo, éste es el único mantiene el culto religioso para el pueblo.
Ya estoy a la puerta del Pósito. El Pósito es un almacén de grano, boyante en épocas de bonanza agrícola y al que se acudía en la necesidad; el municipio prestaba a quien necesitaba para la siembra, para harina, para el ganado. Ya cuenta el bíblico libro del Éxodo que José proveyó de Pósitos a Egipto, fue costumbre extendida en el Imperio romano y aceptada como buena idea en la Edad Media en Castilla y en la mayoría de los Reinos.
Pósito.
Hoy en Tiedra, el Pósito reparte teatro que es hermosa forma de cultivar futuro en libertad y en PAZ.
Javier Agra.