Revista Coaching

Tiempo aprovechado

Por Candreu
Tiempo aprovechado
Sigue mi querencia a Andalucía y esta semana aunque he tenido dos sesiones en Madrid, la empecé en Sevilla en una genial sesión con el equipo directivo de Veiasa, y la termino en Almería con la gente de Alvores. Aún así este fin de semana me esperan en Bilbao y en Asturias.
Aproveché mi paso por Madrid para cenar con un amigo y nos dimos un homenaje con el Ars Mácula 2004. Un fantástico vino con un cuerpo elegante y con un premio Sommelier Wine Awards '09. José María Fraile, propietario de la Bodega Tandem que lo produce, y compañero de parada de la ruta escolar de nuestros hijos me ha prometido enseñarme un día su bodega. Tengo ganas.
En la cena, y hablando sobre el vino, nos acordamos del bambú. Si para conseguir un buen vino hacen falta muchos años de viñas, muchos meses de barrica... no puedes imaginarte lo que hace falta para cultivar bambú japonés. Hay que armarse de mucha paciencia. Es necesario preparar la tierra, abonarla y disponerla de forma apropiada antes de plantar las semillas. Una vez plantadas hay que vigilar la tierra para retirar todas las malas hierbas, regarla y protegerla de plagas. Pero en los primeros días tras la plantación nada ocurre. Tampoco ocurre nada en la primera semana, ni durante el primer mes, ni siquiera durante el primer año. Son siete los años que hemos de esperar para ver los frutos de los esfuerzos aplicados.
A partir del séptimo año aparece sobre el surco el brote de lo que será una portentosa planta que en pocos días alcanzará alturas formidables. ¡Entre la semana doce y la catorce ya supera los doce metros de altura!. Ha valido la pena la espera y el esfuerzo. Pero ¿tarda realmente el bambú japonés doce semanas en alcanzar esa altura?. No. Durante siete años ha crecido bajo la tierra de forma silenciosa, invisible, sentando unas tremendas raíces que luego le convertirán en una de la especies más fuertes y resistentes del reino vegetal. Intensos vendavales suelen golpear las cosas japonesas, arrasando árboles y arbustos de toda especie, excepto el bambú. Es tan fuerte y flexible que siempre resiste. Todo un símbolo del triunfo a largo plazo.
El bambú nos ofrece además una enseñanza para aquellos que tras años de asentar unas férreas raíces en los terrenos de la vida personal o profesional creen que las semillas que plantaron y todos los esfuerzos invertidos en abonar y cuidar cada día la plantación han caído en balde. Muchas personas pasan años sin mostrar ninguna señal de cambio o mejora en sus vidas. Y muchos los miran con escepticismo y duda pensando que jamás llegarán a superarse y a cambiar. Sin embargo ellas mantienen su esfuerzo y continúan creciendo por dentro, echando raíces y preparándose. Mejoran diariamente sin que los demás lo perciban. Con los años, aparece un “pequeño brote”, un acontecimiento especial. Y de repente se les puede ver crecer hasta alcanzar en poco tiempo alturas formidables. Su secreto está en la paciencia y en la constancia. Echan raíces fuertes, y ningún huracán inclemente podrá arrancar sus sueños de alcanzar logros maravillosos.
Vivimos en un mundo en que esto no está demasiado de moda. Nos priva la rapidez. La inmediatez de las comunicaciones la deseamos para todo lo que nos rodea en nuestra vida: aprendizaje, educación, resultados, beneficios… Pero todo lo bueno se hace esperar y para las decisiones importantes es necesario reposar mucho más nuestras ideas y pensamientos y tener claros cuales son los resultados que queremos alcanzar en el largo plazo, aunque ello conlleve sacrificios extremos durante el camino. Debemos ser como el bambú y preparar a conciencia y fuertemente nuestro futuro.
¿Cuanto tiempo dedicas en tu vida a "echar raíces de bambú"?

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