
Porque la Cuaresma no es más que eso, la espera. La espera de lo que está por llegar, nuestra Semana grande, donde Sevilla se viste con sus mejores galas, con su luz y su color tan característicos, con ese aroma embriagador a azahar y jazmín que hace que se nos erice la piel como si fuese la primera vez que tuviésemos esa sensación y la certeza de que ni por todo el oro mundo quisiéramos estar en otra parte, se hace más fuerte que nunca.

Todo llegará. De momento, tenemos ya aquí con nosotros a nuestra queridísima Cuaresma y debemos aprovecharlo todo lo que podamos, porque cuando queramos darnos cuenta, ya se habrá marchado. Las Hermandades empiezan a desempolvar los enseres y comienzan el montaje de sus pasos, por lo que visitar las diferentes iglesias y ver como una simple parihuela se transforma en un magnífico paso, se convierte en todo un lujo. Tiendas cofrades repletas de gente comprando túnicas y capirotes, por las calles un incesante olor a incienso, ensayos noche sí, noche también por cualquier rincón, conciertos de bandas cada fin de semana... Es el momento de enseñar a lo más pequeños el porqué de poner una rampla delante del Salvador, o porqué se van amontonando sillas de madera por la Avenida o la Campana. Que vayan cogiendo afición, y que el año que viene, les guste tanto o más que a nosotros y sean ellos los que nos digan quien toca en tal lado y quien ensaya en otro.
Poco más, como dijo alguien alguna vez, "nosotros los sevillanos disfrutamos más con la espera de la Semana Santa". 40 días desde el miércoles de ceniza hasta el Domingo de Ramos, 40 días para disfrutar con la espera antes de volver a ver a nuestras Hermandades recorriendo las calles para hacer Estación de Penitencia en la Catedral. 40 días para volver a vivir y sentir nuestra Pasión por todas las callejuelas de la ciudad más hermosa del mundo...
No tengas prisa, que todo llega, y al mismo tiempo se acaba. Disfruta de la espera.
