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LA PRIMERA Y más lamentable consecuencia de la desaparición de dos de las cabeceras históricas de Ediciones Zeta es el despido de las 24 personas que integran la plantilla. Los duros recortes salariales impuestos por los directivos a los trabajadores desde hace años no han servido, a la postre, más que para dilatar la agonía.Y esto viene a demostrar, entre otras cosas, la incapacidad del grupo que dirige Antonio Asensio Mosbah para afrontar las pérdidas económicas, mejorar la situación de la empresa y resolver el problema. Una decisión que, de paso, lanza un mensaje demoledor para los convencidos de que el periodismo tradicional aún está a tiempo de poder salvarse. Una de las grandes paradojas de nuestro tiempo es que cada vez estamos más saturados de información y, sin embargo, cada vez hay menos medios capaces de generar contenidos diferenciados.La empresa ha dicho públicamente que agradece "el talento y dedicación" de la plantilla, y eso está bien, pero mejor sería que hubiera tenido el arrojo de comunicarles directamente el cierre y despido colectivo. Notificar una decisión tan grave al delegado de personal puede ser legal, pero no es ni mucho menos lo más acertado en estas circunstancias.El segundo aspecto a tener en cuenta es la pérdida de pluralismo informativo. En un escenario como el actual, marcadamente digital, donde con frecuencia tanto impera la uniformidad del discurso informativo, el cierre de dos medios tan señalados supone, sin duda, un empobrecimiento.Y hay otro aspecto sobre que el que convendría reflexionar. Tiene que ver con el hecho de que tal vez estemos asistiendo a un cierto hartazgo y al lector ha dejado de interesarle la información. La competencia con las redes sociales es feroz aunque si de verdad la ciudadanía estuviera realmente interesada en la información de calidad, Tiempo e Interviú no se habrían visto obligadas a echar el cierre.Los ingresos publicitarios se han ido esfumando y, en este complicado escenario, competir con la gratuidad de los contenidos en internet, cuando muchos lectores han dejado de acudir al quiosco para comprar publicaciones impresas, la supervivencia de este modelo de información se ha convertido en una batalla perdida.Confieso que al enterarme de la noticia sentí un cierto escalofrío. Cuando hace ya muchos años -pongamos que hablo de la época de la Transición-, comencé a sentir una viva curiosidad por el oficio de periodista, estas dos revistas semanales eran de obligada lectura. En sus páginas empecé a apreciar el valor de los grandes reportajes de investigación… de las buenas historias, en definitiva, y por eso -permítaseme el toque nostálgico- he lamentado su desaparición.Como, con buen criterio, ha recordado estos días un compañero que sabe de lo que habla: “Cierra la revista -en alusión a Interviú- que destapó las tramas Gürtel y Púnica. Y el robo de bebés en España. Y tantas otras cosas. Los corruptos ejercientes están de enhorabuena”. Pues eso.