Cuando nos enteramos que íbamos a ser papás, pensamos que las cosas no iban a cambiar mucho, sin embargo, las cosas han cambiado bastante, la responsabilidad y los tiempos han cambiado de orden, incluso nuestro tiempo de pareja se ha visto diezmado en demasía.
Cuando una pareja tiene un hijo todas las energías apuntan hacia esa nueva personita, dejas de hacer cosas por hacer otras, dejas de gastar en algo por gastar en algo diferente y así sucesivamente.
Nosotros cuando no éramos papás disfrutábamos mucho de nuestro tiempo libre y del de pareja, yo por mi parte salía bastante al cine o a comer con mis amigos, o con Mary nos íbamos a bailar o a tomar unos tragos y escuchar música en vivo o asistíamos a algún concierto. Ni bien llegó nuestra hija a nuestras vidas cambio todo eso, los primeros dos años han sido de abstinencia casi total, para mí era más fácil salir que para ella, el apego que teníamos era bastante fuerte, ni bien podíamos escaparnos o salíamos del departamento ya estábamos preocupados por si la bebé estaba bien o simplemente queríamos volver rápido.
La mamá de Mary nos ha apoyado muchísimo en ese sentido y nos sigue ayudando de vez en cuando, ella viene una vez al mes a quedarse con Mara y nosotros aprovechamos para salir esa noche, aunque sea a dar una vuelta a la manzana. No les voy a decir que está bien o mal querer salir, querer tener un tiempo propio o de pareja, para nosotros es importante tener esas pocas horas, aunque solo signifique caminar o pasear en el auto.
Ahora que Mara ya tiene más de tres años es un poco más sencillo salir, podemos dejarla dormida con la mamá de Mary, aunque no es una práctica constante, porque si salimos vamos los tres. Lo que si no lo puedo negar, si nos vamos al cine o a comer algo, pero ahora ya no somos dos, ahora somos tres y así vamos a donde sea que tengamos que ir.
En resumen y en una sola frase nuestras salidas son familiares.