En muchas oportunidades he leído esta reflexión, que se puede interpretar como añoranza y/o como no aceptar los cambios habidos en los últimos años. Por ejemplo, respecto a al niñez de cada uno.
En lo que a mi respecta, tuve una niñez feliz, si bien con pocos juguetes pero con mucha libertad de pensar e imaginar juegos. Ocupábamos todo nuestro tiempo: colegio, deberes y juegos. No nos inmiscuíamos en cosas de adultos, no se si esto fue impuesto por los mas grades o por propia iniciativa nuestra. Cosa que hoy veo a los niños, no jugando, si metiendo las narices en las conversaciones de los padres y/o mayores, opinando y/o exigiendo estar en primera línea y de esta manera presionar para conseguir sus fines. Por ejemplo, posesión del control remoto, pedir permanentemente lo que sea, juguetes (fuera de reyes) que sean de marca, cosas que se ponen de moda, etc. Y si no se cumplen sus deseos, los culpables de sus “desdichas” son los padres y ¡cuidado! No se les ocurra ignorar los derechos del niño: ¡me pregunto! ¿ y las obligaciones? respetar a los mayores, cumplir con las tareas propias de su edad, como ser los deberes de la escuela, cuidar su higiene, mantener en orden su cuarto, etc. Estas fricciones que a fin de cuentas podríamos llamar violencia, ponen mal a los padres, maestros, familiares y a ellos mismos porque no aprendieron a compartir y a disfrutar del otro, sea adulto y/o niño.
Será que cuando sean adultos y recuerden como lo hago Yo, dirán: – ¿todo tiempo pasado, fue mejor?