El 10 de diciembre se celebra el Día Internacional de los Derechos de los Animales. Cada vez que surge el tema de los derechos de los animales, hay quien sostiene que los animales no tienen derechos porque no tienen deberes, y aquí empiezan una serie de elucubraciones filosóficas en torno a la pregunta: “¿Tienen derechos los animales?”
Pero tal vez no sea esta la pregunta que nos deberíamos plantear, sino: “¿Qué derecho tenemos nosotros, los humanos, a utilizar y explotar los animales como más nos convenga?”
¿Qué derecho tenemos a torturar y matar a los animales como una forma de diversión?
¿Qué derecho tenemos a tratar a los animales domésticos, con los que convivimos y compartimos una parte de nuestra vida, como si fueran un objeto “de usar y tirar”? “Hoy me hace gracia porque es como un peluche, mañana ya me he cansado, y lo abandono.”
¿Qué derecho tenemos a esclavizar un perro atándolo a una cadena de por vida en el jardín de casa?
¿Qué derecho tenemos a capturar a los animales salvajes y encerrarlos para siempre en un zoológico?
¿Qué derecho tenemos a capturar a los delfines y confinarlos en un delfinario?
¿Qué derecho tenemos a explotar a los animales como si fueran un producto más de la industria? ¿Qué derecho tenemos a mantener a los animales en espacios reducidos, a separar los cachorros de sus madres, a hacer parir las hembras una vez tras otra? ¿Qué derecho tenemos a trasladarlos miles de kilómetros, durante muchísimas horas, en unas condiciones tan deplorables que hacen que siempre haya animales que llegan muertos por el calor, el frío, la falta de agua y de comida…, para acabar finalmente en el matadero: sangre, gritos de pánico y de dolor, muerte. ¿Qué derecho tenemos a hacerlo?
¿Qué derecho tenemos a encerrar a los animales en laboratorios y someterlos a terribles torturas para investigar nuestras enfermedades o para testar nuestros productos de belleza? Muchísimas veces las investigaciones no tienen otro objetivo que llenar el currículo de quien investiga; o se investigan cosas sobradamente conocidas, como, por ejemplo, si el tabaco es perjudicial para la salud; a veces, después de pasar todas las pruebas experimentales, un medicamento tiene que ser retirado del mercado por sus peligrosos efectos secundarios que no se habían detectado. ¿Qué derecho tenemos a seguir utilizando los animales para estas prácticas?
¿Qué derecho tenemos a torturar y matar a los animales por el placer de llevar una prenda muy bonita?
¿Qué derecho tenemos a matar a los animales del bosque porque lo consideramos una práctica deportiva que nos envalenta y nos hace sentir más importantes ante los demás?
La lista podría ser mucho más larga, pero lo dejaremos aquí.
Hablar de los derechos de los animales implica hablar sobre qué derecho tenemos nosotros, los seres humanos, a explotarlos, a utilizarlos y a causarles dolor y sufrimiento hasta la muerte.
Montserrat Vallvé Viladoms