Revista Historia

“Tienes más huevos que el caballo de Espartero”

Por Exprimehistorias

En Madrid hay un dicho popular que hace referencia a la estatua del General Espartero que dice:

“Tiene los cojones como el caballo de Espartero”, “Tienes más huevos que el caballo de Espartero” o “le ha echado más huevos que el caballo de Espatero” en referencia al tamaño de los testículos del caballo de la estatua.

Estas frases se usan para aludir la valentía o bravura de alguien en alguna situación complicada.

La atribución del dicho se la disputan entre madrileños y riojanos...

En Logroño

“Tienes más huevos que el caballo de Espartero”

Este dicho popular es de lo más habitual y se piensa que proviene de la estatua que vigila El Espolón de Logroño y que, generalmente se utiliza, para aludir la valentía o bravura de alguien en alguna situación complicada.

Esta una copia de la original estatua ecuestre del Príncipe de Vergara que desde 1886 se erige en la confluencia de las calles de Alcalá y O’Donnell frente al Retiro.

Para éste de Logroño, Pablo Gibert repitió el modelo de Madrid con una ligera variación: el general lleva puesto el bicornio en lugar de sostenerlo en la mano derecha. La estatua fue inaugurada en Logroño en 1895.

Las dos fueron realizadas por el mismo escultor, el catalán Pablo Gibert y Roig, y en ellas ambos caballos están igual de bien dotados así que la polémica está servida.

En Madrid

“Tienes más huevos que el caballo de Espartero”

También se atribuyen este dicho porque, también allí, Espartero tiene su estatua.

Este monumento fue erigido en homenaje al general Baldomero Espartero, y está ubicado en la Calle Alcalá de Madrid, frente a la puerta de Hernani que da acceso al Retiro.

Representa a Espartero montado a caballo y ataviado con traje de campaña. Fue costeado por suscripción nacional e inaugurado con toda solemnidad en el año 1886.

La estatua es obra del escultor Pablo Gibert, de finales del siglo XIX. Fue realizada en bronce, en los talleres de los Hermanos J. Comas de Barcelona.

Gibert y Roig ganó en 1884 el concurso convocado para erigir una estatua ecuestre a Espartero con su modelo titulado «Gloria al Pacificador», superando a Ramón Subirat que tuvo que conformarse con el accesit y 3.000 pesetas.

El escultor catalán eligió el momento en el que el Duque de la Victoria entró triunfalmente en Madrid después de haber firmado el Convenio de Vergara, cuyo documento lleva en la mano izquierda al tiempo que sujeta las riendas del caballo.

Dos años después, la prensa acudió a admirar la estatua de bronce antes de su inauguración.

«En los acreditados talleres de los Sres Comas hermanos de esta ciudad (Barcelona), hemos tenido ocasión de ver una nueva obra de arte (…) La figura del jinete es proporcionada, su continente natural y reposado, y el parecido del semblante, los detalles del traje, la actitud del caballo representando el paso castellano y su magnífica ejecución justifican el que se pueda clasificar entre las mejores obras de nuestros artistas», se leía en la publicación «Industria e Invenciones» el 5 de junio de 1886.

«La Dinastía», que también acudió a la fundición en la calle de Ferlandina, acreditaba la «competencia y gran estudio al moldear el caballo», que representaba el paso castellano, aunque admitía que «la colocación actual de la estatua no permite apreciar completamente sus bellezas artísticas».

«El aspecto que ofrece la estatua es realmente artístico y hermoso», decía «La Correspondencia de España» que apuntaba que el caballo era «admirable».

La figura ecuestre se levanta sobre un pedestal de piedra cuyos laterales están decorados con unos relieves en bronce que representan escenas de algunas de sus acciones en la Primera Guerra Carlista y del Convenio de Oñate en los campos de Vergara.

En la parte frontal se puede leer esta inscripción:

"A Espartero, el Pacificador: La Nación agradecida".

Se cree que los testículos miden 23 cm de diámetro. Hace unos años se inauguró la estatua ecuestre de Carlos III. El tamaño de los de este caballo es de 26 cm de diámetro. Esto debería haber dado lugar a una nueva expresión:

"Tienes más huevos que el caballo de Carlos III".

En 1988 Mecano compuso una canción sobre la estatua de Espartero, narrándola desde el punto de vista del caballo. Sin embargo, la canción no llegó a ser incluida oficialmente en ningún disco del trío. Aquí podéis oír la maqueta.

Granátula de Calatrava, Ciudad Real

Al escultor José Lillo Galiani le encargaron en Ciudad Real hacer otra estatua ecuestre de Espartero y contó:

«Recuerdo que cuando el alcalde de Granátula visitó mi taller para ver la obra modelada en arcilla, desde la puerta se dirigió directamente a la escultura y se puso a observar los testículos. Inmediatamente me dijo: “más, más, los huevos se los haces más grandes”», relata Lillo. El artista tranquilizó al edil asegurándole que disponía de la arcilla necesaria para agrandar aquellas partes todo lo que él quisiera. «Pero luego no lo hice así, ni quería copiar detalles ni caer en el ridículo, y se quedaron como los hice en principio, bien provisto el caballo pero sin exageraciones».

Esta estatua es algo más pequeña que las de Logroño y Madrid, «con un modelado más ligero y menos detallista».

Espartero la «Espada de Luchana» y el «Pacificador de España».

Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro nació en Granátula de Calatrava el 21 de febrero de 1793.

Fue el menor de ocho hermanos e hijo de un carpintero-carretero, de familia trabajadora de clase media en Granátula de Calatrava, un pueblo de Ciudad Real. Tres de sus hermanos fueron religiosos y una hermana, monja clarisa.

En Granátula recibió clases de latín y humanidades de su vecino Antonio Meoro, preceptor de Gramática, con gran fama en la zona dado que preparaba a los chicos para acceder a estudios superiores. De hecho nombraría posteriormente al hijo de éste, Anacleto Meoro, obispo de Almería.

Sus primeros estudios oficiales los hizo en la Universidad Nuestra Señora del Rosario de Almagro. Allí vivía un hermano suyo dominico, obteniendo el título de Bachiller en Artes y Filosofía.

Su padre deseaba para Espartero una formación eclesiástica, pero en 1808 se alistó en el ejército para combatir tras el levantamiento del 2 de mayo en Madrid contra la ocupación napoleónica.

Las universidades se cerraron el año anterior por mandato de Carlos IV y Almagro había sido ocupada por los franceses.

Fue reclutado junto a un numeroso grupo de jóvenes por la Junta Suprema Central que se había constituido en Aranjuez bajo la autoridad del entonces ya anciano conde de Floridablanca, con el fin de detener en La Mancha al invasor antes de que las tropas enemigas llegasen a Andalucía.

Estuvo en las líneas del frente en la zona centro-sur de España, participó en la batalla de Ocaña, donde las fuerzas españolas fueron derrotadas.

La Guerra de la Independencia le obligó a combatir desde muy joven hasta veinticinco años después. Fue soldado en la guerra contra la invasión francesa, oficial durante la guerra colonial en Perú y General en Jefe en la guerra civil. Combatió en primera línea, y fue herido en ocho ocasiones.

Vivió en Cádiz el nacimiento del liberalismo. Sitiado por los ejércitos franceses desde 1810, fue espectador de primera línea de los debates de las Cortes de Cádiz en la redacción de la primera constitución española, lo que marcó su decidida defensa del liberalismo y el patriotismo.

La figura de Espartero fue definida por el conde de Romanones como la de:

«… un hombre de estatura mediana, por el conjunto y proporciones de su cuerpo no daba la impresión de pequeñez…. de ojos claros, mirada fría… sus músculos faciales no se contraían en momento alguno…»

Entre 1815 y 1824 estuvo destinado en América, donde combatió contra la independencia hasta que España perdió sus colonias en el continente.

Aunque no participó en la decisiva batalla de Ayacucho, sus partidarios serían conocidos popularmente como los ayacuchos en recuerdo del pasado americano de Espartero y de la influencia que sobre sus ideas políticas tuvieron otros militares liberales de aquella campaña.

En Logroño contrajo matrimonio el 13 de septiembre de 1827 con María Jacinta Martínez de Sicilia, rica heredera de la ciudad y gracias a la cual se convirtió en un hacendado.

Al morir Fernando VII, apoyó a Isabel II y la regente María Cristina, en virtud de sus convicciones constitucionales. Luchó contra el absolutismo en la Primera Guerra Carlista (1833-40), en la que desempeñó un papel destacado. Fue ascendiendo hasta obtener el mando del ejército del Norte a raíz del motín de los sargentos de La Granja (1835).

Su primera declaración política apareció implícita en un poema escrito para celebrar el restablecimiento de la Constitución de 1812 tras el motín de los sargentos de La Granja en agosto de 1836:

Entre el más inaudito despotismo
La madre España ha poco se veía
Y rodeada de hijos ambiciosos
Del bien particular que los domina.
Ni aun hallaba consuelo en la esperanza
De recobrar su libertad perdida.
Arrojada a sus pies y ya disuelto
El mejor de los códigos yacía.
Destrozadas sus páginas hermosas
Que al pueblo español hicieron libre un día.
Y el noble agricultor, el comerciante,
Las doctas Musas y la industria activa
Testigos eran de su amargo llanto,
Que fieles a imitarles concurrían.
En esto, de la fama diligente
Se oyen los ecos, que pidiendo albricias,
Publican que por los pueblos de Iberia
Logran su libertad apetecida.

Fue dos veces Presidente del Consejo de Ministros en 1840-41, y Jefe del Estado como Regente durante la minoría de edad de Isabel II (1841-43).

Para el pueblo Espartero era la «Espada de Luchana» y, tras su victoria en la guerra, pasó a ser el «Pacificador de España».

Así relata un diplomático norteamericano la entrada en Madrid de Espartero el 29 de septiembre de 1840:

"Su entrada fue celebrada con la más entusiasta acogida; durante tres días los festejos continuaron a una escala de regia magnificencia —las calles iluminadas, las casas adornadas con colgaduras, arcos triunfales erigidos en el Prado, y una airosa columna con los símbolos adecuados en la Puerta del Sol—, además de espectáculos dramáticos y corridas de toros, a los cuales los espectadores fueron invitados con entradas para reunirse con él".

En Valencia el 8 de octubre la multitud desenganchó los caballos de su carruaje y se puso a tirar de él por las calles de la ciudad.

Fue conde, duque, grande de España, virrey de Navarra (1836). y, finalmente, regente. Ostentó los títulos de príncipe de Vergara, duque de la Victoria, duque de Morella, conde de Luchana y vizconde de Banderas.

El “espadón” progresista se enemistó con muchos de sus partidarios, a causa de su modo de gobernar autoritario, personalista y militarista; en 1843 se vio obligado a disolver unas Cortes que se le habían vuelto hostiles.

Pronto se declararía mayor de edad a Isabel II y comenzaría una década de predominio conservador. Espartero se exilió en Inglaterra, de donde regresó en 1849 para vivir retirado en Logroño.

Espartero fue recibido en Inglaterra con gran efusión, ya que su fama no se limitaba a España. Había sido condecorado por varios monarcas extranjeros:

  • La reina Victoria le concedió la Order of the Bath
  • El rey Luis Felipe de Orleans la Legión de Honor francesa
  • La reina María II de Portugal, la Orden de la Torre

Un día después de su llegada a Londres, según relató el diario The Times

« su hotel fue literalmente sitiado por visitantes de todos los rangos. El duque de Wellington estuvo entre los primeros en hacer una visita a Su Excelencia».

También fueron a visitarle el conde de Clarendon y sir Robert Peel y fue invitado a cenar por lord Palmerston, entre otros.

Fue recibido en audiencia por la reina Victoria y el 26 de septiembre de 1843 el alcalde de Londres organizó una cena en su honor en la Mansion House, durante la cual pronunció un discurso, que tuvo ser aprobado tras un larguísimo debate por la Cámara de los Comunes.

Mientras, en España el editor Benito Hortelano Balvo publicó una biografía por capítulos de Espartero, escrita por Carlos Massa Languinete, que tuvo un enorme éxito. El propio Hortelano recordó en sus memorias la popularidad de la que seguía gozando Espartero a pesar de su exilio:

Una nueva revolución en 1854, llevó a Espartero a la presidencia del Gobierno; durante el siguiente «bienio progresista» (1854-56) avaló el reformismo de los liberales avanzados.

"La Patria cuenta con vuestros esfuerzos, con vuestras virtudes, con vuestra sabiduría, para que hagáis leyes que afiancen sus derechos y destruyan los abusos que se han introducido en el gobierno del Estado. Hacedlas; que la Reina tendrá una gran satisfacción en aceptarlas, y la Nación en obedecerlas".

"En cuanto a mí, señores, yo las obedeceré siempre, porque siempre he querido que se cumpla la voluntad nacional, y porque estoy convencido de que sin la obediencia a las leyes, la libertad es imposible".


Baldomero Espartero en la sesión de las Cortes constituyentes del 28 de noviembre de 1854

Antes de volver a la política activa lanzó esta breve proclama a sus conciudadanos de Logroño:

Riojanos: me separo de Logroño, mi pueblo adoptivo, porque la Patria y su libertad reclaman mi presencia en la invicta Zaragoza. Me llevo el grato recuerdo de siete años en que he sido vuestro conciudadano. Un solo encargo os dejo: Obedeced a la patriótica Junta que ha sido instalada en este día, respectad sus disposiciones y conservad el orden, garantía segura del triunfo.

Una de las canciones populares en favor de Espartero como nuevo rey de España decía así:

Dichosa sería España
bajo demócrata mando,
altivo, no tolerado,
la corona en sien extraña;
de los Borbones la saña
olvidar nunca debemos,
Montpensier, no lo queremos,
Espartero es popular,
Rey lo debemos alzar.

Pero no pudo evitar que se reprodujeran las mismas disensiones del pueblo español acerca de su liderazgo que tuvo la reina.

Desde su retiro de Logroño recibió, tras la revolución que destronó a Isabel II en 1868, la oferta de Prim de hacerle elegir por las Cortes rey constitucional de España, pero él la rechazó.

En la primavera de 1870, una comisión de diputados viajó camino del retiro del general en Logroño para pedirle que aceptara la empresa. Portaban una carta del entonces presidente del Consejo, Juan Prim, en la que se leía:

Madrid, 13 de mayo de 1870. 

Serenísimo Señor: 

El Gobierno del Regente considera llegado el momento de dar una solución definitiva al momento que atravesamos. Los dignos ministros que componen el Gobierno que tengo el honor de presidir anhelamos el bien de la patria y la consolidación de sus libertades. 

Sabido es que al resolver la cuestión de Monarca amigos y apasionados de V.A. se acordaron de los servicios prestados a la causa constitucional por el pacificador de España. 

Para este caso, y, según lo he hecho autorizado por el Gobierno, como lo estoy en esta ocasión presente, en todas las candidaturas anteriormente iniciadas, con los respetos debidos, desearía saber si podría contarse con la aceptación de V.A. para Rey de España en el caso de que las Cortes Constituyentes y soberanas se dignaran elegirle. 

El Gobierno no patrocina ninguna candidatura, dejando a la Asamblea la más completa libertad. Tiene, sin embargo, el deber de evitar que las pasiones se agiten inútilmente si no hubiese de aceptar el candidato que las Cortes elijan. V.A. conocerá cuán elevado y patriótico es el pensamiento que, en nombre del Gobierno, me obliga a dirigir a V.A. esta carta, de la que es portador mi antiguo amigo y Diputado a Cortes el Excmo. Sr. D. Pascual Madoz, quien ciertamente es una de las personas más adictas a V. A. 

Queda de V. A. con las más distinguida consideración, su afectuoso y muy respetuoso servidor, 

Firmado: 

El Conde de Reus. 

A. S. A. Serenísima y Capitán General del Ejército don Baldomero Espartero, Duque de la Victoria.

Amadeo I como rey de España, en septiembre de 1871 anunció públicamente su voluntad de acudir a visitar al general Espartero en su residencia de Logroño.

El propio duque de la Victoria fue a recibirlo a la estación de ferrocarril vestido con traje de gala como capitán general, acompañado de autoridades civiles y militares de la ciudad-

Pasó dos días alojado el monarca en la residencia de Espartero y apenas tuvo más contacto con la población que asistir a dos actos protocolarios.

Se desconoce el contenido de las conversaciones durante el tiempo que estuvieron juntos, pero Espartero, cuando lo acompañó de regreso a la estación de tren, dio muestras de alegría, respeto y lo trató como rey legítimo de los españoles.

A su vuelta a Madrid, el rey le concedió el título de Príncipe de Vergara (2 de enero de 1872), con tratamiento de Alteza Real.

Su testamento había sido otorgado el 15 de junio de 1878, apenas seis meses antes de fallecer y poco después de la muerte de su esposa.

Al no tener hijos, Espartero nombró heredera universal a su sobrina Eladia Espartero Fernández y Blanco, por quien sentía gran predilección. La herencia, constituida por una gran fortuna, iba acompañada de todos los títulos y honores.

Al resto de sobrinos y al personal de su casa les dio mandas y legados, y a su antiguo ayudante, el marqués de Murrieta, le otorgó la espada con la que Bilbao lo obsequió y la estatua ecuestre que le regaló la ciudad de Madrid, además de otras pertenencias militares menores.

Murió a los ochenta y seis años en Logroño, el 8 de enero de 1879. El funeral del general fue sufragado por el Estado y sus restos recibieron el protocolo debido a un capitán general fallecido en acto de servicio, a pesar de llevar mucho tiempo retirado de la vida militar y política activas.

El gobierno de Cánovas del Castillo designó el mayor número posible de soldados para que participara en la ceremonia.

Poco después se le erigió en Madrid una estatua sufragada con fondos públicos, que «representase al insigne Príncipe de Vergara como pacificador de España, título que condensa todas sus altas dotes, los actos de su gloriosa vida y explica el fervoroso y perdurable reconocimiento de la patria».

En la crónica de su funeral, La Ilustración Española y Americana señaló que era «vagamente recordado por el pueblo».

Miguel Maura relata que, durante los primeros días de la Segunda República Española, se encontró con una multitud que intentó derribar la estatua ecuestre situada frente al Retiro; alguien gritó: «Vamos a ejecutar a ese tío», a lo que él respondió que «ese tío había sido un liberal».

En memoria de Espartero se construyeron monumentos, como las conocidas esculturas ecuestres de Madrid , Granátula de Calatrava (Ciudad Real) su ciudad natal y de Logroño. También se le dedicaron calles, como la de Príncipe de Vergara de Madrid y la del duque de la Victoria de Granátula de Calatrava, su ciudad natal, y también en Valladolid o Alicante.

Según el historiador Adrian Shubert hoy el recuerdo de Espartero

«Es todavía más débil. Poco es lo que queda: algunas estatuas; algunos nombres de calles; una estación de Metro —Príncipe de Vergara, cuya identidad se desconoce— en Madrid; un dicho grosero sobre su caballo...

En Bilbao, lugar donde se produjo su única gran victoria, nada queda: el primer ayuntamiento democrático dirigido por el PNV, renombró la calle de Espartero en favor de uno de sus propios héroes nacionalistas, Juan Ajuriaguerra. Sin embargo, Zumalacárregui se quedó con la calle que le habían dado los franquistas».

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