Cuando te diagnostican una enfermedad crónica pasas por varias etapas que pueden compararse a las del duelo por la pérdida de un ser querido, de un trabajo o de una relación de pareja.
Durante este proceso de adaptación emocional y personal, que puede afectar a las personas que nos rodean, se pasa por diferentes fases:
• Negación: Crees que no es verdad lo que te está pasando, que ha habido un error en el diagnóstico y que en un tiempo todo volverá a ser como antes. En esta etapa se ha de tener cuidado con los “tratamientos milagrosos”: no existen, pero se puede estar tentado a probar cualquier cosa para “curarse”.
• Ira: Estás enfadado contigo y con el mundo.
• Tristeza: Te sientes mal por la pérdida de tu salud y por el efecto que va a suponer en tu vida. Es la etapa que suele ser más larga y que puede llevar a una depresión que agrave más la enfermedad de base.
• Negociación: Se empiezan a aceptar los pros y los contras y a admitir que no es culpa tuya tener una enfermedad. No hay culpables.
• Aceptación: Se asume la enfermedad, se pasa a la acción y se buscan las herramientas necesarias para conseguir llevar una vida lo más plena posible.
La duración de cada una de las fases depende de los instrumentos y habilidades personales que se hayan adquirido a lo largo de la vida.
En el curso de una enfermedad crónica, es necesario pasar por todas las fases, pero no en un orden determinado. Aunque a veces éstas se repiten o concurren en el tiempo, el proceso tiene siempre el mismo fin/final: la aceptación.
Lo importante es seguir avanzando y no quedarse estancado, esto sólo implicará perder muchas cosas maravillosas que nos quedan por vivir a partir de ahora.
¿Qué se puede hacer para llegar a la fase final lo antes posible?:
• Aprender sobre la enfermedad que se padece (convertirse en un paciente empoderado).
• Seguir correctamente los tratamientos prescritos por los profesionales sanitarios.
• Evitar hábitos tóxicos (tabaco, alcohol…).
• Disminuir el estrés.
• Ser positivo.
• No compadecerse.
• Ser uno mismo, somos personas con una enfermedad, no enfermos.
• Hablar de lo que estás sintiendo con personas que puedan ayudarte (amigos, familia, asociaciones de pacientes, grupos de ayuda mutua…).
• Seguir con tus roles o buscar unos nuevos adaptados a tus circunstancias actuales.
• Pedir ayuda si se necesita.
• Aprender a vivir la vida de otra manera y entender que no será ni mejor ni peor, sino diferente.
Al final qué más da estar sano o tener una enfermedad, lo importante es ser feliz y hacer feliz.
Fuentes: Elisabeth Kübler-Ross