Comprender la historia es una tarea difícil. Pero también lo es el intento de explicar la formación continental de nuestro planeta. Es como observar cubitos de hielo en un vaso lleno de agua: chocan, se funden entre sí, se hunden, se quiebran... y poco queda de su estado inicial.
A lo largo de los millones y millones de años de edad que posee la Tierra, las masas terrestres cambiaron de manera asombrosa la faz del planeta. Si para todos el supercontinente Pangea era la respuesta a este tema, lamento dar por tierra con esa idea.
Hace 3000 millones de años había una vieja masa de tierra llamada Ur, que comprendía los actuales territorios de África, Australia, India y Madagascar. Pero hace 1800 millones de años, los análisis geológicos dan cuenta de otros dos continentes: Atlántica (actual Sudamérica y parte de África) y Nena (actual Groenlandia, Norteamérica y Siberia). Las tres porciones gigantes de tierra formaron el primer megacontinente del que se tiene noticias, Rodinia, aunque algunos afirman que hubo otro anterior, llamado Columbia. Esto sucedió en la edad Precámbrica, período Paleoproterozoico.
Casi 1000 millones de años después, Rodinia se fragmentaría en ocho nuevas masas terrestres, pero sólo para volver a unirse en un nuevo supercontinente, Pannotia, 600 millones de años atrás, durante el período Cámbrico de la era Paleozoica.
Sin embargo, en sólo 60 millones de años, Pannotia se desintegrará en cuatro subcontinentes: Laurentia, Báltico, Siberia y Gondwana. A su vez, los dos primeros se unirán formando Euramérica, mientras que el microcontinente Avalonia (Islas Británicas, parte de Canadá y América del Norte) se desprenderá de Gondwana, comenzandoun largo viaje hasta colisionar con Laurentia.
En este punto aparecía un viejo conocido por todos los manuales: Pangea, que se formaría aproximadamente 300 millones de años después -durante el período Pérmico del Paleozoico- al fundirse Gondwana con Eurámerica (que había sido el resultado de la unión de Laurentia y la placa Báltica).
150 millones de años después, en el Cretácico, el supermegacontinente se fraccionaría nuevamente, esta vez en dos. Laurasia, al norte, comprendería los subcontinentes de Norteamérica y Eurasia, mientras que la vieja Gondwana, más al sur, sería luego Sudamérica, África, Madagascar, el Indostán, Oceanía y la Antártida.
Por supuesto que, entre medio de toda esta gran ensalada de océanos, placas tectónicas y masas uniformes de tierra, la vida se fue desarrollando hasta llegar a ser lo que es hoy.