Qué gusto dan esas pelis donde el débil vence a la multinacional, holding o negocio que sea y le hace hincar la rodilla respecto a la ley por medio de indemnizaciones millonarias que, según la película que sea, hacen que la gran empresa llegue a quebrar.
Bueno, la última peli de Gus Van Sant versa en mayor o menor medida sobre esto pero sin indemnizaciones, aunque la persona que le da la vuelta a la tortilla, que pone en claro la verdad del asunto y/o desvela lo mala que es la corporación es un trabajador de esta misma.
En sí, la película me parece flojita y no comprendo demasiado bien la cantidad de opiniones y críticas alabándola como si fuera Ciudadano Kane. Cojones con los tontitos que se meten a criticar pelis y a los que se les nota que cualquier mojón medianamente llevao ya es una obra maestra.
Diríamos, para no destripar demasiado el argumento, que es la historia de una traición hacia un trabajador abnegado y obediente por parte de una multinacional que lo quiere llevar todo atado y bien atado. Bueno, no es para culparla por esto, realmente, y hace un juego muy inteligente y hábil, digno de elogio.
Matt Damon y Frances Mcdormand (la mujé de uno de los Coen) son los principales artistas de esta producción, aunque nos encontramos a un ya muy anciano Hal Holbrook que trabajó mucho y bien en los ‘70 y ‘80.
Sinceramente, no he encontrao grandes registros interpretativos, un guión o argumento soberbio, escenas llenas de arte cinematográfico… por lo contrario, todo muy correcto, discreto, usual y sin tirar la casa por la ventana en asuntos de producción.
Me ha sonao un pelín a bluff, aunque la peli en sí no tiene la culpa.
Por El niño sipote