Otra pausa en el cine de Gus Van Sant. Su filmografía cabalga entre el cine de autor y el más mainstream. Su último trabajo forma parte del segundo grupo. Es más, la película es un encargo, puesto que Matt Damon no se veía con la suficiente fuerza para dirigir el guión que coescribió junto a John Krasinski. El artista envuelto en el mundo de Hollywood, impregnando su sello de autor, por supuesto, pero sucumbiendo a una infinidad de convenciones. Tantas como el personaje principal de Tierra prometida.

Tierra prometida plantea la dicotomía entre la tradición y la modernidad, entre la economía mesurada y el capitalismo desaforado. No es nada nuevo, pero en los tiempos actuales, siempre sienta bien un bofetón al sistema tan perverso y pervertido. Por contra, los dilemas de los personajes no tienen la misma entereza y se diluyen ante la falta de su poca concreción (la relación Damon-DeWitt, la soledad de McDormand) y un final de manual tan verosímil como superficial.

El nuevo trabajo de Van Sant (o puede mejor acuñarse como el nuevo guión de Damon) puede entenderse como una alegoría de la era Obama. Se propone un cambio y en un momento dado el personaje de Krasinski le dice a Damon: "¿Un cambio hacia dónde?". Pues bien, eso nos preguntábamos muchos con el famoso "Yes, we can" en 2008. Tampoco aquí se dan demasiadas respuestas fuera del devenir de los personajes; en realidad, el cambio es mínimo para uno, el resto continúa a menester del sistema.
Lo mejor: John Krasinski y Frances McDormand
Lo peor: Demasiada moralina de manual
Nota: 6
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