Cuando su cine vuelva al siglo XX y a situarse en su país, diez años después, todo habrá cambiado.
Lamentará entonces, por primera vez, que no se reconozca lo que tanto gustó y tan bien se entendió años atrás.
Sí, está Howard Hawks pensando ya en embarcarse en la aventura del desierto y jugarse su prestigio en la vieja Europa, camino por donde muy pocos pensaron que le llamaría la providencia y con tanto placer, rueda el último musical de su carrera - ninguno lo es totalmente en cualquier caso - y la película en la que se despide del champagne, los escenarios, los clubs, New York (literalmente, hacia París), la más subvalorada de sus comedias y el film que prende la mecha del cambio definitivo del género en el que había triunfado desde los años 30, sin sospechar cúanto estaba contribuyendo a "envejecer" su propio legado.
"Monkey business", filmada el año anterior, surrealista, imprevisible, incontenible, amada por la nueva crítica - para caer hoy día en parecido olvido - se supone que es lo opuesto a esta perfectamente burbujeante "Gentlemen prefer blondes" que, junto a "The big sleep" es la más influyente, imitada vamos, de sus películas desde el mismo momento en que se estrenaron y durante muchos años, a pesar de que ambas han sido siempre catalogadas como "poco hawksianas" y superficiales.
Sin ser una muestra especialmente temprana, la sombra de "The big sleep", más divertida, irreverente y relajada que todas sus herederas, es de todas formas una de las más alargadas dentro del cine negro, Y desde luego ensancha, siendo canónica, el mismo concepto de ese género, poniendo ironías y dobles sentidos donde suele haber - irreflexivamente, porque así debía ser - cinismos y traiciones.
Precisamente la pureza de sus líneas son el mejor ejemplo del magisterio de Hawks, que no vacía de contenido - nunca se preocupó por tales retos y por eso sus victorias son inapelables -, sino que esculpe y elimina todo lo añadido por otros para dejar a la vista las entrañas: la noche, el misterio, las mujeres, la zozobra.
"Gentlemen prefer blondes" por su parte, basada como se sabe en la pieza de Anita Loos (alabada por Faulkner, que iba a estar junto a Hawks en su periplo egipcio), anticipa todo Tashlin, Jerry Lewis, los dos Norman: el reconvertido Taurog y Panama, Blake Edwards (que luego incorporaría por su cuenta la clave Tati) y toda la explosión de vulgaridad sublimada que llega de la mano de la irrupción del impetuoso Rock n' Roll - igualmente vulgar, bastardo, pero que llegará a ser realmente elegante - y que también será muy distinto, quemando etapas a velocidad de vértigo, cuando Hawks ruede la aludida al comienzo "Man's favorite sport?".
No es para tomarlo a la ligera. Sin la presencia de este film y si Jerry Lee Lewis no hubiera llegado a convertirse en la encarnación del mismo diablo para el americano medio, quizá la comedia americana hubiese conocido su particular crepúsculo antes que el western.
Es interesante constatar, como en "The big sleep", que las posibles absoluciones y remisones que de alguna manera presiden o terminan por aparecer en el cine de Hawks desde que el mundo puso sus ojos en las constantes que solían repetirse en su obra (el amor, el compromiso, la amistad, incluso, cuando se dan las circunstancias propicias, la paz y la justicia), no sirven esta vez de asideros.
¿El cineasta natural por excelencia, el pensamiento hecho acción, entregado a la vanidad de la caza del millonario?
Me pregunto qué puede esperarse de dos chicas "en el lado equivocado del camino" como dicen en la canción que antecede a los créditos, para que nadie se lleve a engaño.
Nada mundanas, las mira el maestro como a los atolondrados corredores de coches de "Red line 7000", como a los absortos enamorados de "Today we live", como a los muy profesionales periodistas de "His girl Friday" o como a los jóvenes gangsters de "Scarface".
Ahh, tratar de comprender, ese valor tan poco estimado en el cine.
Calzar los zapatos de otros pero no distorsionarlos, dejar que quien sea poco inteligente, un canalla o un ingenuo parezca exactamente lo que es.
Resultan incluso conmovedoras, por la autenticidad y la falta de pretensiones, las contadas veces en que el personaje que interpreta maravillosamente Marilyn Monroe, le pone palabras a su particular filosofía vital, tan actual por otra parte.
No sirven de mucho en Hawks, el creador de Universos más terrenal que haya existido, los análisis encaminados a encontrar dónde está su punto de vista, subversivo desde el planteamiento.
Sucede siempre en su cine que algún elemento del film contradice el discurso. La complejidad de sus películas, que parecen tan sencillas, no está asentada en la puesta en escena ni depende para nada de la cámara, una grúa o cualquier otro aspecto "mecánico", sino en la concepción de cada personaje, en la construcción de cada diálogo y en la utilidad de cada escena respecto al conjunto.
El film no es una dicotomía, sino un ente casi matemático, una intersección.
Porque desde luego no es Dorothy (Jane Russell) el contrapunto recto, "honrado" y conformista a la chiflada pero muy lista Lorelei (Marilyn), que no se detendrá hasta cazar a un tonto con la cartera llena.
No con el equipo olímpico acechándola en el barco (basta un número musical en la piscina para derribar códigos y desenmascarar ñoñerías: pocos film más abiertamente sexuales en su obra), no si termina disfrazándose de ella en el juzgado - travestismo dinamitando expectativas y apocamientos - no con sus dudosas inclinaciones hacia el detective sin moral que se fija en ella.
Quizá sea "Gentlemen prefer blondes" el film más chapliniano de Hawks (que le devuelve algunos guiños en "A Countess from Hong Kong"), una perla de la sincronía y la medición de ritmos para alcanzar el estado ideal del deleite.