
“Fue entonces cuando comprendí que, al menos yo, tenía que contar la verdad. También es cierto que ignoraba lo que pasaría después. No podía prever el pacto que se estableció entre todos; era incapaz de adivinar que el resultado de mi confesión, de lo que sabía y de lo que vi, se manipularía en nombre de la amistad y de la misericordia.
Ahora, después de tanto tiempo, pienso que fue el espíritu de esos años lo que se impuso al final, pero en ese momento yo solo buscaba aliviar mi conciencia, contar qué le había ocurrido a Joaquín Vázquez, el Cromañón, y luego olvidarme de todo para que la vida volviera a ser como antes.”

Un encuentro ya inevitable del que, está seguro, no saldrá del todo indemne, Víctor se repite el mantra que ha estado rondándole la cabeza desde que volvió a pensar en todo eso: Éramos unos críos, no fue culpa mía. Una frase que, lo sabe, es solo cierta a medias. Éramos unos críos. Sí, solo unos críos.Las imágenes mentales tanto tiempo enterradas, afloran de nuevo, salen a la luz, es inevitable. Los recuerdos de lo ocurrido aquel fatídico 15 de Diciembre en el barrio “Satélite de Barcelona", se planta ante ellos como una losa dura, insalvable, cargada de culpa y de acusaciones, de excusas vacuas. Porque ambos saben que de los dos culpables, solo ha pagado uno: Juanpe el que cargó con todo y fue enviado al correccional después de haber sido delatado por alguien.
O quizá sí: tal vez, tantos años después, la balanza se incline hacia el lado de los buenos momentos compartidos, de las risas, de los Tigres de Malasia y del verano que pasaron juntos en el pueblo. Se aferra a todo eso, él también, para borrar lo que llegó después.Victor no es que saliera de rositas, pero casi… fue enviado por sus padres al campo con su abuelo, sobre todo por precaución, después de haber matado ambos de una paliza a Joaquín Vázquez “El Cromañón”, aquel chaval corpulento y cruel que había convertido la vida del Moco en un infierno.
Hice… hice lo que pude para ayudarte —susurra—. No sirvió de mucho. —Al final sí —afirma Juanpe con una sonrisa—. Le dimos su merecido. No, no te pongas estupendo conmigo. Ambos sabemos que es así. —Nunca pretendimos matarlo.Y ahora, treinta y siete años después, Víctor está felizmente casado, tiene una hija, un buen empleo y una buena vida, es en definitiva un triunfador, pero Juanpe sigue siendo un pobre diablo, nunca ha dejado de serlo, un hombre sin futuro y con un presenta turbio y peligroso, porque como suele decirse . . . "unos nacen con estrella y otros estrellados”
A veces uno piensa que Dios entregó al nacer a tipos como Juanpe una baraja de cartas en la que faltaban los cuatro ases.
¿Habrán conseguido olvidar lo ocurrido aquel verano? ¿Y la culpa, donde habrá quedado la culpa?¿Descubrirán quien delató a Juanpe en su día?.



Toni Hill (Barcelona, 1966), es un escritor y traductor español licenciado en psicología, autor de tres novelas policíacas protagonizadas por el inspector Héctor Salgado: "El verano de los juguetes muertos" (2011), "Los buenos suicidas" (2012) y "Los amantes de Hiroshima" (2014); y de la novela de misterio de ambientación gótica "Los ángeles de hielo" (2017).
"Tigres de cristal" ha sido su última novela (2018), un Thriller ambientado en la Ciudad Satélite de Cornellà del Llobregat, durante los años de la Transición, años 70.

Y de repente…, después de un tiempo esperando en la cola de las reservas en la biblioteca, allí estaba, en mis manos mirándome con su cubierta tan bonita y llamativa con cara de “empiézame cuanto antes que no te vas a arrepentir”. Y a las pocas horas de estar en mi poder ya me había sumergido entre sus páginas, en la historia, que al final ha resultado ser una de esas historias que te llegan al alma, que se te quedan ancladas en la piel mucho tiempo después de terminar de leerlo, esas lecturas que no se te olvidan, que se aparcan en tu mente y en tu corazón. Esas que, en un futuro, aunque no puedas recordar con exactitud de que trataba su argumento o su desenlace, solo con pensar en su título, te permitirá seguir teniendo el convencimiento de que fue especial, maravillosa, genial. Certezas que permanecen.
Desde el principio de “Tigres de cristal” ya vislumbramos una catástrofe, desde las primeras páginas nos encontramos con un crimen. Un crimen cometido en un barrio marginal, que podría ser cualquier barrio marginal de cualquier ciudad, por unos niños que en realidad no querían matar a nadie, que tan solo querían darle una lección a Joaquín Vázquez, un chaval de catorce años de su colegio que los tenía a atemorizados.
Hay escenas que pasan a formar parte del paisaje de un barrio, y de la misma manera que nos acostumbramos a eludir ciertas calles (tomadas por los yonquis a huir de los gitanos, a oír los gritos de las madres desde las ventanas llamándonos a cenar o a ver la ropa tendida en los balcones de los bloques, las agresiones de Vázquez terminaron fundiéndose con el fondo; eran tan habituales que no escandalizaban a nadie.Pero se les fue de las manos y lo que empezó siendo un simple escarceo infantil, un pequeño escarmiento, se convirtió en un homicidio, una tragedia que cambió la vida de muchas personas, de muchas familias que se vieron implicadas y que ya nunca volvieron a ser las mismas. Un antes y un después, para ellos, para el barrio, para las víctimas y para los verdugos.
Esto es la selva, y los animalillos no se alían contra los leones. Simplemente los rehúyen. Y mientras se comen a uno, los demás aprovechamos para escapar.Y el reencuentro entre los dos implicados, como ya he dicho no les trae nada bueno, porque Juampe pretende recordar con exactitud cómo fue aquello, quiere obtener algunas claves sobre preguntas que quedaron sin respuesta. Víctor todo lo contrario, quiere seguir olvidando, haciendo como si nada hubiera pasado.
Mataste a un chaval, se dice. Llevas toda la vida fingiendo que eso no sucedió, pero algún día tendrás que pagar por ello. Quizá sea hora ya de enfrentarse a la realidad.El autor entremezcla capítulos de los años setenta en el Barrio Satélite de Barcelona, con el presente, con la actualidad de Juanpe y Víctor, para que nosotros podamos averiguar si ambos pudieron rehacer sus vidas, si fueron capaces de olvidar. Porque ya sabemos que en la vida real, todo pasa factura, y algunos hechos y sucesos te pueden marcar para siempre y no dejarte vivir en paz.
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Sí, la novela me ha fascinado. Gracias a que su lectura me ha pillado de vacaciones (es maravilloso eso de disponer a tu antojo de tantos momentos para relajarte, para tirarte tres o cuatro horas enteras con todos sus minutos y segundos, leyendo ¿verdad?) la he devorado en 5 días y eso que son casi 500 páginas. La empecé con ansias, con muchas ansias (tengo una amiga que me dice que soy “muy ansiosa” cuando se me mete en la cabeza leer un libro determinado) y creo que ya no pude parar hasta el final.
Un final que me ha sorprendido muy gratamente, que me ha dejado con la boca abierta (han pasado unos cuantos días y aún sigo así, con la boca abierta y con cara de tonta), por inesperado, por ser uno de esos finales que admiten distintas interpretaciones, que invitan a compartir la tuya para descubrir otras en las que ni siquiera habías pensado (eso hice, intercambiar impresiones con Eyra, una bloguera a la que sigo, por su blog, y por instagram. Por cierto ella también acaba de leer y reseñar esta novela, por si os apetece pasaros por allí) Un final maravilloso al que todavía hoy sigo dándole vueltas y más vueltas.
La prosa del autor también me ha gustado. Se que de ahora en adelante ya no le voy a perder la pista y voy a leer todo lo que vaya publicando.
Resumiendo: “Tigres de cristal” es una muy buena novela que retrata bastante bien la problemática del bullying en los colegios, del acoso evidente que sufren algunos chiquillos y no tan chiquillos, pero que nadie ve o quiere ver. De profesores y adultos que parecen estar ciegos y que al final también son culpables, porque en el fondo el fracaso es también de ellos, de las propias familias, de los colegios, de todos los que hicieron la vista gorda o deberían haberse dado cuenta, haber estado más pendientes. Una novela dura por su argumento, por su desenlace, con unos personajes que cargan con sentimientos encontrados: de amistad, de lealtad, odio, rencor, amor, venganza, pero sobre todo cargan con CULPA, MUCHA CULPA.
“Hay olas que pueden destrozar vidas enteras, resquebrajar la roca de un solo golpe de mar.”
Os la recomiendo mucho, "con ansias". Mi nota es la máxima:
