Habíamos vivido en el mismo mundo. Eramos
amigos, como suele decirse.
Pero la imagen se apagó efímera
con los años y la distancia.
Nuestros encuentros eran tan fugaces.
Nosotros tendíamos con miedo
una mano cerrada, y
el avecilla volaba. Nunca
llegamos a decir las palabras. Solo
la maldad levantó su empapada cabeza
sobre el lodazal de impotencia y borrachera. Esta noche
está nevando en las estepas que nos separan
mientras el viento se queja entre la hierba
en perdidas y desiertas charcas.
La amistad es
alejarse mútuamente
y llenar la distancia
con la sombra de palabras no pronunciadas.
Leer algo parecido de Gustavo Adolfo Bécquer.