La ciudad de Tombuctú está controlada por yihadistas mientras su
población intenta seguir con su estilo de vida, el cual no resulta
acorde con lo que promueven y defiende la ocupación. Kidane (Ibrahim
Ahmed) es un pastor que vive a las afueras ajeno a todo control por
parte de la guerrilla hasta que un desafortunado accidente le llevará a
sufrir sus formas.
El mauritano Abderrahmane Sissako dirige y
coescribe el guión de “Timbuktu”, una denuncia contra las clases
oprimidas por una iniciativa político-ideológica que no tiene una cabeza
clara sino cientos de ramificaciones independientes, los yihadistas son
jueces, jurado y verdugo respecto a unas normas que ellos mismos han
escrito y aplican de manera ajena a todo control gubernamental. La
película es una coproducción entre Mauritania y Francia, como en buena
parte de la filmografía del realizador. El auge que está experimentando
el cine africano en los años recientes apoyado por las colaboraciones
con países europeos para lograr mayor difusión y reconocimiento hace que
cada vez podamos conocer más cinematografías habitualmente ocultas a
nuestros circuitos. Tras su paso por el último Festival de Cannes,
“Timbuktu” ahora opta al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa,
constituyendo la primera vez que una película del país africano obtiene
esta candidatura.
El choque cultural en una sociedad que es
predominantemente musulmana, pero donde cada tribu tiene una historia y
unas costumbres muy diferente y afronta la religión desde un punto de
vista casi opuesto. Los yihadistas pretenden prohibir que la gente esté
en la calle, que se escuche música, que se juegue al fútbol, incluso que
las mujeres lleven las manos al descubierto; pero sus miembros no son
naturales de Malí y mucho menos han vivido como el pueblo raso al que
someten. Entre los auténticos habitantes de la región están los
ganaderos nómadas que se desplazan con sus animales por el desierto sin
tener un lugar ni unas normas claras. Y por otra parte están los
bambara, un pueblo que hereda tradiciones propias desde muchos siglos
atrás de cada uno de sus clanes y que hacen cohabitar con sus creencias
islámicas. A través del conflicto idiomático que nos presenta la cinta
podemos ver el propio conflicto en las conductas, mientras que los
malienses tienen el francés como su lengua oficial habitualmente emplean
el shongai o el bambara para hablar entre ellos, y sin embargo la
ocupación que defiende la Yihad habla árabe, francés o incluso inglés.
Se muestra una clase adinerada y despegada del territorio que quiere
controlar, con acceso a unos medios con los que un país empobrecido no
puede ni soñar. Mi valoración: 5 sobre 10. “Timbuktu” se estrenó ayer viernes día
6 de febrero en las salas españolas.
Crítica de Sergio Cardete.