La gente suspira al ve que pierde unos minutos de sus vidas en un atasco o en la fila de un supermercado,a la vez que contradictoriamente van restando días en el calendario para las vacaciones o perdiendo el tiempo moviendo el dedo de forma automática sobre las noticias digitales en el móvil.
Miran el reloj en la sala de espera de una UCI, donde al paciente y al acompañante les restan minutos:al primero de vida y al segundo de su tiempo.
Esta sociedad,tan pendiente del reloj,de las prisas, anclados en el círculo rutinario,en el ir y venir de los días,que pasa horas muertas ante las redes sociales,que fotografía platos antes de saborearlos y baños en la playa aún no realizados…suspiran por esperar un poco más en un atasco o en la fila de un supermercado…y cuando la muerte,cercana,acecha,se materializa,no nos paramos ni siquiera a pensar en lo que eso significa y volvemos a mirar el reloj y a querer tachar otro día en el calendario y pensando en que comer tras finalizar el entierro.
Y dejamos atrás a nuestro eterno muerto, estirado en su falsa confortabilidad,mirando eternamente hacia el oscuro techo de su nicho sin querer estar tristes,sin querer pensar,sin querer regodearnos en el dolor de la perdida,sin querer parar nuestros planes rutinarios…Nos da miedo la tristeza,pasarlo mal ni aún cuando la naturaleza nos da esa tregua y permiso. Acortamos los duelos, mientras guardamos recuerdos abstractos en decenas de archivos virtuales. Nos dan miedo los recuerdos que antes guardabamos en el corazón y preferimos hacerlo en dispositivos más inteligentes que nosotros…
Aquí ando perdiendo mi tiempo en recordar a los abuelos que no entendían de redes sociales,ni nuevas tecnologías pero que nos dedicaron su tiempo y corazón sin pedir un «like»a cambio.
Lloraré por vosotros, ahora que me faltais los cuatro,y al iros,de golpe me di cuenta de todo lo que os necesitaba. Es lo que me toca hacer,llorar, que pena que parezca que tengamos que autoimponernos tiempos para esto…