Los franceses son expertos en las comedias encantadoras y Tímidos anónimos vuelve a demostrarlo. Nos cuenta la historia de dos personas que tienen problemas a la hora de expresarse y relacionarse con los demás porque sufren una especie de síndrome de timidez agudo. Él, Jean-René, es el jefe y dueño de una fábrica de chocolate y ella, Angélique, una experta en chocolates que será contratada por aquél. Entre los dos surgirá inmediatamente una atracción que, sin embargo, son incapaces de expresarse. Según va avanzando la relación entre ambos su "enfermedad" provocará todo tipo de situaciones divertidas.
Ésta es una de esas comedias francesas entrañables, que cuenta una historia sencilla mediante un guión inteligente (no como en comedias de E.E.U.U.) y cuyos actores están excelentes a lo largo de todo el relato, pero que no consigue los frutos que se pretenden. Poelvoorde y Carré están encantadores y nos reflejan unas personalidades que inmediatamente se hacen con nuestra simpatía. Pero ésto no es suficiente para que tenga lugar la comedia. El guión, a parte de previsible, no sabe sacarle todo el jugo a las situaciones que resultan de los encuentros entre los dos protagonistas y el humor se contagia del título y acaba resultando algo tímido (un humor a años luz de, por ejemplo, La cena de los idiotas o Bienvenidos al Norte). Las explicaciones sobre lo que les pasa a Jean-René y a Angélique no se nos dan. Ésto podría pasarse por alto si la carga del relato estuviese puesta en los gags y situaciones cómicas, pero la enfermedad tiene una gran importancia y sin embargo se cura y aparece por arte de magia en ambos casos.
En fin, no es mala la película, pero está a años luz de convertirse en una buena comedia francesa. Tiene los ingredientes, pero la combinación que se ha hecho no logra los frutos correctos. Es un film encantador que sí que resulta agradable de ver y que permite pasar un buen rato. (4´5/10)
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