Foto: Archivo
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, posa sonriente para la foto junto a quien hasta hace poco lideraba una de las filiales de Al Qaeda y que hoy encabeza el gobierno de la República Árabe Siria, Ahmed Hussein al-Sharaa. Con la gráfica y el apretón de mano, reconoce la autoridad de quien llegara al poder mediante la intervención militar y el apoyo financiero de potencias extranjeras.
Sin embargo, Guterres no se atreve a condenar los asesinatos de humildes tripulantes y pasajeros de peñeros por parte de las fuerzas armadas estadounidenses en el mar Caribe y el océano Pacífico. Se hace el desmayado al referirse a las agresiones crecientes de la Casa Blanca en contra de Venezuela. Además, a pesar de años y años de martirio palestino, jamás ha señalado claramente a Israel como un Estado que ha hecho del genocidio una costumbre.
En un santiamén, el integrante de la transnacional del terror financiada por Estados Unidos ha sido perdonado por Occidente. Al-Sharaa dejó la túnica y el turbante para vestirse de traje y corbata. Y en su visita esta semana a la Casa Blanca llama la atención que, ante un sonriente Donald Trump, coincidieran los tonos de las vestimentas de ambos hombres fuertes, tal vez tanto como pudieran asemejarse sus posturas ideológicas.
Alber Ramdin, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), reconoce veladamente que quien paga la cuenta es quien decide finalmente qué música es la que se va a escuchar. “El Gobierno de Trump espera que la OEA sea mucho más eficiente, transparente y responsable, y que demuestre su utilidad”, dijo en una entrevista concedida al diario español El País.
Estados Unidos aporta 48 % del presupuesto de la institución que ahora encabeza Ramdin. Tal vez por ser, entonces, empleado indirecto de Estados Unidos, diga cosas como estas: “Los activos navales de Estados Unidos siguen en aguas internacionales, por lo que nadie puede tener un problema con ello. No es el territorio de ningún país. Y no creo que ningún país se pueda oponer a la razón formal que Estados Unidos ha alegado, y que es con la que tenemos que trabajar: que lucha contra el crimen internacional organizado. No he oído a ningún país decir que eso no sea algo positivo, porque el narcotráfico es una de las grandes lacras que padecemos en este hemisferio”.
Alfredo Carquez Saavedra
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