Portada de la edición en tapa dura
Ese gran genio del tebeo español (porque así es como se llamaban a las cuatricromías en nuestro país, tebeos) que es, ha sido, y será, Francisco Ibáñez siempre se ha mantenido en la ola de la modernidad, tratando en sus historias los temas más actuales en los planos tanto culturales como políticos o económicos. No podía faltar, pues, que su mano tocase a los grandes reptiles de los albores de los tiempos, quienes protagonizaron una auténtica fiebre prehistórica gracias a Jurassic Park.
Recuerdo con especial cariño este álbum, pues todo joven español se inicia en el mundillo del cómic con algún que otro ejemplar de Mortadela y Filemón. Teniendo en cuenta que mi padre también era fan y tenía números antiguos guardados, me convertí en un auténtico fagocitador mortadelesco.
Como a todo niño, y teniendo apenas tres años cuando Spielberg adaptó la novela de Crichton, también era un gran apasionado de los monstruos, y daba la casualidad de que los dinosaurios (y toda suerte de lagarto extinto, esto es un tema que daría para otro artículo), además de monstruos, eran reales. Aunque nuestros amigos del Vaticano se empeñen en negarlo.
Esta pasión por mis escamosos amigos ha perdurado hasta la actualidad, razón por la cual todavía conservo dos copias distintas (cada una con diferente portada) del álbum Dinosaurios, donde la singular pareja de la T.I.A. debían darles caza con más que cómicos resultados.
Portada de la edición en tapa blanda
Se pueden decir muchas cosas sobre Ibáñez, y las mismas razones que se usan para alabarle son las esgrimidas para atacarle. Personalmente, me parece un genio, con ese particular arte para sobre recargar las viñetas en un ejercicio de horror vacui que aporta siempre un subcontexto a veces difícil de captar por el público más pequeño, pero igual de entretenido, pues cada viñeta contenía pequeños gags únicos que te hacían detenerte para desmigajar cada detalle.
Esta unión entre el humor zafio y casto, a base de porrazos y reveses hilarantes del destino, con otras muestras más mordaces, generalmente escondidas en los susodichos detalles de fondo, o en líneas de diálogo absolutamente ácidas, es lo que más ha podido ayudar al éxito de la obra. Mientras los niños ríen con los tropezones, los adultos reconocen las parodias y esperpentos contra los políticos más relevantes de la época.
Detalle de una viñeta
Mortadela y Filemón es, en pocas palabras, un cómic que se deja disfrutar, y por el que todos hemos pasado, por eso, aunque queramos hacernos los duros con nuestro tomazo de From Hell bajo el brazo y la nueva edición del Ghost World de Daniel Clowes (con la consabida estafa de incluir el guión escrito) dentro de la bolsa de la Fnac, nunca insistimos mucho a la hora de criticarlo, porque sabemos que, en el fondo, les tenemos cariño, han sido y son parte de nuestra infancia y, en nuestra adultez, nos gusta revisitarlos de vez en cuando.