Portada española del tomo recopilatorio
Una de las grandes políticas Marvel es la de captar continuamente a nuevos lectores, ofreciendo jugosos ganchos a través de sus personajes más populares en forma de historias auto conclusivas que contengan la dosis justa de detalles impregnados en la vieja cronología para contentar a los veteranos y no dejar descolocados a los novatos. Astonishing Spiderman & Lobezno ha sido una de las últimas, y de las más sobresalientes, propuestas lanzadas a las librería especializadas (o tiendas de cómics, para todos aquellos que no gasten gafas de pasta y bufandas de H&M).
El punto de partida de la historia es sencillo: viajes temporales. Es algo que siempre gusta, resulta muy vistoso y, lo más importante, puedes absolutamente lo que te dé la real gana, que siempre tendrás la excusa perfecta para dejarlo todo de nuevo en su lugar original. Esta falta de repercusión en el universo comiquero se traduce en – si se hace bien – un carrusel de imaginación y situaciones inverosímiles de otro modo imposibles de llevar a cabo.
Muestra del arte interior
Así es como vemos a Logan siendo el líder de un pueblo troglodita mientras Peter Parker se dedica a estudiar y catalogar ejemplares de animales ahora extintos, o una réplica robótica del Dinosaurio Diabólico de Kirby arrasando la Gran Manzana en un entorno post-apocalíptico dominado por los simiescos descendientes de los anteriormente mencionados hombres de la caverna. Todo cortesía de unos extraños cristales que, al ser golpeados, abren puertas espaciotemporales.
No quisiera revelar más detalles de la trama para mantener al lector virgen ante las sorpresas y detalles que se puede encontrar en este tomo magistralmente dibujado por Adam Kubert, quien plasma una historia rica en detalles endogámicos marvelitas cortesía del siempre destacado Jason Aaron (exceptuando “Lobezno va al Infierno”, todos los fans queremos olvidar esa saga).
Muestra del arte interior
Ese trazo fresco, limpio, pero que no se corta a la hora de jugar con las manchas de negro, y, sobretodo, tan detallista en muchas ocasiones, ofreciendo una caterva de texturas, relieves y pliegues impresionante, con estilo a caballo entre las últimas tendencias y la mejor esencia de los cómics de los 90 (porque, vamos a ver, un robot-dinosaurio gigante rojo es algo muy noventero, y eso no se va a atrever a negarlo nadie en este cochino mundo) conforman el mural pictórico que te atrapa el ojo y te mantiene devorando cada línea de tinta mucho tiempo después de haber terminado de leer los bocadillos.
La edición, por qué no decirlo, está muy cuidada. Ya su sola presentación lo hace destacar sobre los demás tomos de la estantería, y tanto su contenido como los jugosos extras que ofrece son cosas que gustan al aficionado. Ya está bien de incluir el guión en inglés, que ha nadie le importa, y cobrarte casi el doble con la excusa. Cóbrame unos euros de más y ponme bocetos, páginas a lápiz, tinta, diseños, material, en pocas palabras, interesante.
Carcayú
Hola, soy Borja Prieto, y soy una bellísima persona, como Ramón Langa.
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