Portada del tomo recopilatorio español
Tambores es una obra muy peculiar. Para empezar, fue editada primero en los Estados Unidos de América, y posteriormente importada a nuestro país, a pesar de que los autores sean compatriotas nuestros. Que un español publique antes una obra en Norteamérica que en España sin pasar por los grandes sellos editoriales ya es una proeza en sí.
Su historia, además, también destaca con fuerza. Aunque el mercado actual está más que copado de zombis, no es así con los originales, es decir, con los muertos vivientes provenientes del vudú, que también fueron los primeros en aparecer por la gran pantalla. Hace ya tiempo del estreno de El corazón del ángel, cuando Mickey Rourke todavía podía pasar por un galán, y deja muy buen sabor de boca poder paladear una trama de esas características.
Sorprende que el autor, queriendo prevenir un efecto “Código Da Vinci” en el que la gente pudiese creer a pies juntillas cualquier sandez que leyesen, incluyese al final de cada entrega – porque allí no se publicó en un tomo recopilatorio, sino en formato mini serie de comic-book – unas páginas explicativas de todo lo contenido, delimitan perfectamente la realidad de la ficción.
Muestra del arte interior
Así es como se conforma una aventura policíaca sobre las religiones que no cae en saco roto, sin generar polémicas innecesarias u ofensivas, nacidas solamente de la imaginería de la santería, sin tratar en ningún momento de generalizar o demonizar. Si todo esto es aderezado con un dibujo acorde, el resultado es genial.
Cabe resaltar que hay dos dibujantes. Aquel con el que se concibió la historia y que debió abandonar, y aquel que retomó las riendas de la narración impresa. Es un dato relevante porque, una vez puesto a leer la obra final, es imposible distinguir el cambio entre uno y otro hasta que lee los créditos, de modo que es de justicia resaltar tanto la gran habilidad del primero, como la gran versatilidad del segundo, capaz de emular sin problemas otros estilos.
Muestra del arte interior
Con un dibujo sucio, plagado de rallas, entonado siempre con colores brumosos, y con una narración más que ágil y capaz de captar la atención del lector, basta con abrir una página al azar para quedar inmediatamente cautivado. El resultado es muy superior al que estamos acostumbrados a encontrar en este tipo de publicaciones independientes, muy tentador para una posible compra.
En resumidas cuentas, puede que Tambores no sea una obra imprescindible en la colección de todo el mundo, pero sí en la de los amantes del género, y desde luego es un título muy para disfrutar, es fácil que te haga gozar y muy difícil que te haga arrepentirte de haberlo comprado.
Carcayú
Hola, soy Borja Prieto, y soy una bellísima persona, como Ramón Langa.