Ilustración de Bisley para la portada
Si hay un autor en el mundo del cómic que se pueda afirmar categóricamente que está loco, ese es, sin duda, Alan Moore. Pero no es de él de quien quiero hablar, sino de otro chalado, a un nivel completamente distinto de chifladura: Simon Bisley.
Dibujante, guionista, cervecero y juerguista, este hombre incluso quedó vetado por siempre del Salón del Cómic de Barcelona por acudir totalmente borracho (y tarde) a su stand de firmas, además de todo el jaleo que montó. Un auténtico pieza, vamos; y, como tales, sus obras también llegan a esas cotas de locura.
Por un puñado de sangre bebe, por si algún despistado no ha caído todavía, del spaghetti-western en general, y de la película Por un puñado de dólares, de Sergio Leone con Clint Eastwood al frente, en particular. De estas claras referencias parten no solo la ambientación, sino gran parte de la narración, los planos panorámicos del paisaje o los primeros planos de miradas inquietantes y fijas, escrutando hasta lo más insondable del alma.
Muestra del arte interior
Hasta aquí todo parece bastante normal. Es cuando entra en escena la protagonista – una rubia neumática de curvas tan generosas como imposibles, cuyos pechos siempre están pugnando por escapar del abrazo de su sostén, y que apenas pronuncia palabra – que todo se vuelve un pelín surreal. Erótico-surrealista, si se prefiere.
Si en este punto se añade que los dos bandos rivales que ocupan el conflicto alrededor del cual se articula la trama son en realidad un clan de vampiros y otro de zombis, lo desquiciado queda mucho más patente, y el nivel de gamberrismo es evidente para todo lector.
Con estos elementos tan básicos y dispares se articula una trama salvaje que no da tregua, muy convenientemente aderezada por el dibujo de Eastman, cuyo nivel de sucio detallismo convierte el hiperrealismo en una parodia, haciendo que todo se vuelva una caricatura autoparódica. La cadencia de la narración es un frenesí de sangre, huesos machacados y tetas que arrastra hipnóticamente al lector de un lado a otro mientras no puede evitar sentirse un poco mal por estar disfrutando tanto con algo tan zafio.
Muestra del arte interior
Y es que ya está bien de ser tan políticamente correctos, no le hace ningún mal a nadie leerse un tebeo donde una pistolera semidesnuda acribilla y masacra hordas de muertos revividos mientras el nivel de hemoglobina se dispara conforme pasan las páginas.
Evidentemente, este no es un cómic que te deje frío. O lo amas, o lo odias. Y ambos aspectos se hacen con mucha intensidad. Bien puedes encontrarte con un defensor acérrimo de la obra a capa y espada – como es mi caso -, que puedes toparte con una pobre alma indignada que no pueda ni oír hablar de Bisley. Pero nunca un término intermedio.
Prueba y arriesga, puedes acabar muy sorprendido y descubrir una de esas joyitas del mundo del arte secuencial que no han tenido toda la relevancia que se han merecido.
Carcayú
Hola, soy Borja Prieto, y soy una bellísima persona, como Ramón Langa.
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