A punto de llevarse otro porrazo.
Estas cosas sólo le pasan al capitán.
Eran los primeros días de enero de 1929 cuando ‘nació’ Tintín, cuyas aventuras han viajado mucho más que él: es leído en los cinco continentes y su esencia permanece fresca a pesar del tiempo. No es una exageración decir que es el héroe perfecto. Sin embargo, como todas las creaciones geniales (epíteto que sólo otorga el señor Tiempo), no le faltan detractores, sobre todo entre los que jamás estarán a tanta altura y entre quienes se quedan en una visión superficial o contaminada por la ideología.
Por ello, a pesar de que ha luchado por causas justas y loables en todo el mundo , a pesar de que ha hecho amigos y dado la cara por tibetanos, chinos y peruanos, árabes y subsaharianos, chinos, centroeuropeos, brasileños…, sobre todo si son adolescentes como él, a pesar de todo, ha habido ‘cráneos privilegiados’ que lo han tachado de racista, basándose sobre todo en su segunda entrega (si se considera ‘En el país de los soviets’ la primera), ‘Tintín en el Congo’, cosa incomprensible si se lee con atención. Sí, es cierto que dispara contra los animales como si fueran dianas de feria, pero hay que tener en cuenta que cuando se publicó (un mes antes de que Al Capone ejecutara la matanza del día de San Valentín) no existía el concepto de conservacionismo o medio ambiente y, por tanto, no puede exigírsele algo desconocido. También se dice que ‘En el Congo’ es colonialista y paternalista, sentimientos que existían allí en aquel momento (y que todo los que hoy critican tendrían de haber vivido entonces) y que no se deben juzgar desde la mentalidad imperante noventa años después. Además, los dos episodios mencionados fueron los únicos que hizo sin documentarse exhaustivamente (lo que sí hará desde entonces), basándose en tópicos de su época y en libros de aventuras. Otra tacha que tratan de colocarle es su presunta misoginia, o sea, la escasa presencia de mujeres en sus aventuras, cosa que se explica atendiendo a la intención del autor, que no es otra más que el héroe inmerso en el viaje y con el objetivo claro, sin que nadie lo distraiga, sin tener que dejar a alguien siempre esperando su regreso, sin enredarse en mariposear con las lugareñas; todo esto quitaría páginas a la acción y todas son absolutamente imprescindibles. También se ha llegado a llamar colaboracionista a su autor, Geroges Remi, Hergé, puesto que siguió trabajando cuando Bélgica estaba ocupada por los nazis. Sin embargo, ¿qué podía hacer?, ¿qué hicieron muchos intelectuales franceses de gran prestigio en el París ocupado? Tintín es el viajero perfecto: inmediatamente entra en contacto con la gente y traba amistades fácilmente, adopta costumbres, ropa e incluso aprende el idioma del país anfitrión. Pero su mayor virtud reside en que siempre estará de parte de la víctima, del injustamente tratado sea quien sea; así, se enfrenta a poderosos industriales occidentales para defender a un chino que tira de una bici-taxi, a unos matones que maltratan a un niño peruano, a políticos y militares tiranuelos (incluso exige a un golpista que no haya ni una sola ejecución), a traficantes de droga y de armas, a negreros, a ladrones, asesinos e intrigantes de toda especie (incluyendo Al Capone), incluso al Yeti. Lo que sea por un amigo. Y no dudará en poner en peligro su propia vida para defender a los inocentes, intentará huir de la violencia y tratará de llevar al malo ante la justicia, pues confía en ella independientemente del lugar donde esté. Hergé creó un personaje cercano a la perfección, altruista hasta el límite, sin la menor intención oculta, siempre con la verdad por delante, con las ideas claras, valiente y con la cabeza fría para buscar la solución. Pero es que además, los tebeos de Tintín han resultado ser una memoria perfecta para comprender gran parte del devenir del siglo XX: por sus episodios han pasado las guerras y los logros del Hombre, la pasión por la aventura geográfica y los avances tecnológicos, las componendas de los políticos y las maldades de los grandes magnates, las crisis energéticas, las repúblicas bananeras y sus grotescas revoluciones, y también la lucha contra injusticia, la opresión, la desigualdad. Además, están los fabulosos acompañantes. El vociferante, borrachín y sentimental capitán Haddock, el fiel Milú, los desternillantes Hernández y Fernández, el genial y sordo profesor Tornasol, el plasta insoportable de Serafín Latón…, y los malos Rastapópulos, el coronel Mustler (nombre que surge de Mussolini y Hitler) que reaparecerá como Boris, los hermanos Pájaro, los asesinos Alonso y Ramón, el arrogante empresario estadounidense Gibbons…Lo asombroso es que, por muy tensa que sea la situación siempre hay espacio para un toque de humor; de este modo, buenos y malos, protagonistas o secundarios, todos se llevan unos porrazos tremendos o se caen de modo hilarante en el momento más inoportuno. Son esas pequeñas historias secundarias las que proporcionan ese refrescante soplo humorístico y que tanto carácter dan a la trama principal. Por dar gusto a los ‘tintinólogos’ o despertar la curiosidad de los que aun no han descubierto a Tintín, un par de ejemplos: el fantástico e imaginativo episodio de la lupa, el papelito y el hueso de ‘El cangrejo de las pinzas de oro’ (páginas 6 y 7) o la instantánea transformación de un campo desierto en una ciudad en funcionamiento gracias al hallazgo de petróleo en ‘Tintín en América’ (pág. 29). Son sólo dos de los innumerables detalles del genio de Hergé. Tintín es un ejemplo. Es casi imposible estar a la altura de espíritu, del carácter, altruismo e integridad del inmortal héroe belga. Por eso y por el mérito y esfuerzo que exigió su creación, Tintín despierta la rabia y el disgusto de quienes se saben carentes de mérito y alérgicos al esfuerzo.CARLOS DEL RIEGO(Actualización del original aparecido en abril de 2012)