Revista Cultura y Ocio

Tipografía

Publicado el 09 septiembre 2015 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Me dispongo a abrir una página web. En ella empezaré por colgar todo tipo de cadáveres mil veces despiezados entre los que no siempre encontré aquello que buscaba. Por el momento, el blog servirá para rastrear a los responsables.

La culpa es de una vieja Olivetti Lettera 35 que asomó su figura, tímidamente, en el parking. Yo le aticé una mirada desde lejos, incrédulo, y la rescaté de la mugre y sobre todo del pasado; de un tiempo en el que no tenía tantas canas, y me limitaba a arrastrar su tronco entre ensoñaciones por la oficina de mis padres.

Máquina de escribir© James Manners

Después la dejé descansar en una esquina de mi despacho, ya a salvo. Las máquinas son para románticos, excéntricos, locos y genios, y yo no soy un Bukowski, ni un T.S. Elliot ni un Hunter S. Thompson; solo alguien que quería recordar con qué peso se construían antes las historias.

Tecleé. Y del plástico surgió algo que recordaba a una escultura en dos dimensiones. Comprendí entonces, entre palabras, que ya no existía lugar para esos cuerpos llenos de arañazos, golpes y jirones, pero aquella tarde me satisfizo el fin en sí mismo.

Tipografía

La máquina engulle hojas sin piedad; como testigo, el plástico deteriorado por la presión de las yemas, las teclas deslucidas por el maltrato de las colillas, el ajetreo de las vocales.

La máquina también devora palabras: palabras que se pierden entre el reflujo ácido de la cerveza y el vino, entre conversaciones de bar con desconocidos —cíclicas; absurdas— e intercambios con cenicientas desgastadas.

Al final, la máquina destruye ideas; ideas que aparecieron y desaparecieron como una exhalación, sin dejar rastro; ideas que te vacían sin haberse adueñado de ti, ni tú de ellas. Ideas que son sacrificios, musas, vida, la eternidad en el blanco de un papel.

La odio. La odio tanto como la necesito, y por eso la odio.


Volver a la Portada de Logo Paperblog