Escribo este artículo para hacer una clasificación del género de animación, y, en algunos casos, dar más a conocer las diferentes maneras que existen de hacerla.
Aunque espero que el resultado sea confiable (e incluso me ayude a mí mismo cuando hago otros artículos, como las críticas), por ser este un blog personal, no dejaré de introducir, como siempre, reflexiones propias.
Me centraré en listar los distintos tipos, con sus características, mencionando levemente su evolución (pues es importante resaltar que este no es un texto sobre la historia del cine de animación; ese, sería otro artículo); del mismo modo, cuando haga referencias históricas, me centraré en lo más comúnmente aceptado, o lo que mis razones argumentadas me hagan considerar que es así (es curioso, porque, pese a ser el cine un arte reciente, y por tanto, supuestamente, más documentado, o para lo que hay más facilidades para ello; lo cierto es que existen innumerables polémicas de autoría o de “quién fue el primero en”; de hecho, su propia invención está sujeta a controversia: ¿los Lumière o Edison?; y así otros tantos casos como ¿la primera película sonora fue “El cantor de jazz” o “Don Juan”?… etc).
Por otro lado, la clasificación puede ser aplicada al género de animación en general, y aunque está claramente centrada e inspirada en su versión cinematográfica, bien puede ser útil con la televisiva también.
Precedentes históricos
Si nos ponemos a buscar precedentes del cine de animación, estos pueden ser tan antiguos como la existencia de la humanidad: ¿qué es acaso sino todo el arte paleolítico?, ¿y no es toda la historia de la pintura un antecedente?, ¿no hay cuadros en los que se muestra una sucesión narrativa? (“El martirio de San Mauricio” de El Greco puede ser un buen ejemplo de ello), ¿o incluso pinturas que se complementan con otras para crear una acción secuenciada? (el caso más llamativo y precinematográfico, sin duda es el de las majas, vestida y desnuda, de Goya).
Refuerza todos los conceptos anteriores el saber que no es algo sólo propio de la cultura occidental, pues sin duda alguna podemos considerar un precedente del género las sombras chinescas, que tanto auge e importancia tuvieron en las culturas orientales.
Y yéndonos a edades más modernas, la realidad es que podemos rastrear también precedentes del género en las tiras cómicas, las caricaturas e incluso la ilustración, todo lo cual no ha muerto y sigue existiendo hoy en día (incluso a pesar de haber aparecido otras técnicas que permiten una captación más auténtica de la realidad), lo que también demuestra la tesis de, hasta que punto, la animación ha sido, y es, importante para la humanidad.
En cualquier caso, y dado que no se va a hacer aquí una historia del arte, y sabiendo también que los sistemas audiovisuales sobre los que se sostiene la animación, son de la edad contemporánea, comentaré algunos de ellos para finalizar este apartado del artículo.
El género de la animación está intimamente unido a la aparición del cine, bien es cierto que las investigaciones científicas de fotografías secuenciadas fueron fundamentales para ello; pero no hay que despreciar la importancia que tuvieron en su momento la linterna mágica (con sus fantasmagorías, por ejemplo); y desde luego, precedentes directísimos como el Fenaquistoscopio, el zoótropo, y el perfeccionado antecedente último del séptimo arte, el praxinoscopio, curiosidades de época en las que se solía meter una tira de dibujos (a veces fotografías), que cobraba vida gracias a la humana persistencia retiniana… el género de la animación, tal y como hoy lo conocemos, estaba a punto de nacer.
Clasificación de los distintos tipos de animación
Podemos categorizar los distintos tipos de animación de dos formas, ambas compatibles entre sí, y con sus correspondientes subcategorías:
-Por estilo
Clasificación basada en cuestiones narrativas; el “qué” se va a contar.
Puede dividirse en:
-Dibujo animado:
Llamado en inglés “cartoon”, este es sin duda el origen y la versión más primitiva del género, que, con todo, sigue existiendo hoy en día con éxito (la serie televisiva de “Los Simpson” es prueba de ello); y aunque posiblemente ayudó mucho a la popularidad y crecimiento del género, sin duda también contribuyó a darle una falsa reputación de frivolidad, “arte menor”, e incluso infantilidad, de la que nunca se ha deshecho del todo.
El dibujo animado nos propone un juego: olvidarnos de nuestra realidad, de todas las leyes físicas y biológicas, para sustituirlas por un mundo sin apenas normas, lo que da paso a la comedia física (o slapstick) más delirante, imposible y disparatada, y ello es fácil, básicamente porque, como se puede dibujar cualquier cosa, el límite es la imaginación. Por todo ello, el subgénero predominante en este estilo sería el de la comedia.
Su origen lo encontramos en los primeros cortos de animación que se hicieron.
Ejemplo: “Smalfoot”
-Realista:
El dibujo animado ni era, ni pretendía, ser naturalista; pero, paradójica e irónicamente, precisamente eso de que pudiera pasar lo que fuera o que los personajes pudieran hacer cualquier cosa, limitaba mucho al género; como se ha dicho, al final, realmente, sólo se podía contar un tipo de historias de un subgénero muy concreto (comedia).
Como en tantos otros casos, resulta difícil establecer quién empezó a hacer una animación de estilo realista (el caso de Lotte Reiniger no se puede, ni debe, pasar por alto); pero no hay duda de que el más notorio e influyente fue el de Walt Disney, que hizo que sus animadores se preparasen y estudiasen arte, dibujo, anatomía, etc, para conseguir una mayor verosimilitud. Los progresos artístico-tecnológicos fueron mostrados, en primer lugar, en los multipremiados cortos de las “Silly Simphonies” (campo de pruebas por excelencia), y acabaron culminando en largometrajes.
A partir de ahí, y en su larga historia, la animación podría abordar todos los subgéneros que quisiese, y, de hecho lo haría.
El estilo de animación realista se basa en reproducir, en todo lo posible, el mundo real, con todas (o la mayoría) de sus leyes físicas y biológicas, buscando, al máximo, la verosimilitud. Hay quien podría pensar que esto resulta absurdo y contradictorio, teniendo en cuenta que eso ya lo ofrece la acción real, además de las posibilidades de conseguir, exactamente lo opuesto, que ofrece la animación, lo que queda desechado por una fingida imitación de la realidad; pero lo cierto es que, durante muchas décadas, y hasta la llegada de lo digital (que no deja de ser animación también), había muchas cosas que sólo se podían hacer en una película de género animado, pues muy difícilmente se hubieran conseguido con actores y decorados existentes.
En todo caso, este estilo de animación le aporta, por primera vez, seriedad y nivel al género; ya no es sólo un pequeño juguete tonto con el que reírse un rato: es capaz de emocionar.
Ejemplo: “Tiana y el sapo”
-Por técnica
Clasificación basada en el procedimiento o tecnología usada para hacer la animación. Es el “cómo” se va a contar la historia.
Puede dividirse en:
-Tradicional:
La más típica, o al menos la que se le viene a la cabeza inmediatamente a cualquier persona, nacida antes del 2000, cuando se menciona la palabra “animación”.
Es de los procedimientos más antiguos y exitosos, de hecho, la mayor parte de las obras maestras del género, aún hoy, están hechas con esa tecnología; y hasta el cambio del milenio, también se hacían mayoritariamente así.
Consiste en fotografiar distintos dibujos con leves cambios entre ellos, de modo que, al juntarlos, debido a la persistencia retiniana (que permite la existencia de todo el cine, puesto que la acción real no son sino múltiples fotografías de distintos instantes), dan la impresión de estar moviéndose.
En un principio, fue muy usada para los cortos previos a la proyección de una película o como intermedio en un programa muy largo (al contrario que hoy, antes no se pagaba una entrada para una película, sino para entrar en el cine, de modo que te podías quedar allí todo el día si querías, y en el programa se incluían desde películas hasta cortos, noticieros y a veces incluso documentales); pero a partir del primer largometraje animado hecho por Disney (cuestión también bajo debate, no falta quien mencione otras obras anteriores -una en hispanoamérica, por cierto-, pero es indudable que fue la creación de la compañía del ratón la más influyente y la que dio el pistoletazo de salida al género para abandonar el formato del cortometraje y adquirir otro estatus) comienza a ser un producto con entidad propia. Con el tiempo, y tras haber conquistado el cine, también llegará a la televisión, especialmente en formato de serie.
A partir de la aparición de lo digital, entra en una profunda crisis que provoca su casi total desaparición. Hoy día, hay atisbos de recuperación… sujetos a debate, porque, ¿eses nuevos productos con aspecto de animación tradicional, realmente lo son? (a esta polémica cuestión, dedico un apartado entero al final de este artículo).
En cualquier caso, en mi opinión, esta es la técnica por excelencia, la evolución natural de la pintura, y la que lleva a la historia del arte a su culmen definitivo; al fin y al cabo, ver una película de animación tradicional clásica es como ver “Las meninas” en movimiento (quizás con más mérito, puesto que Velázquez no tuvo que pintar 24 Infantas Margaritas para conseguir un gesto de un solo segundo); y es que, si el cine es un arte por sí mismo, este sistema hace que sus películas lo sean por partida doble, no sólo porque sean una obra cinematográfica, sino también, por la cuestión pictórica. Hablando claro: no cabe duda alguna de que la animación por ordenador sea arte, pero lo es porque es una película, no porque la técnica en concreto aporte un extra artístico, como sí hace la tradicional.
Ejemplo: “Blancanieves y los siete enanitos”
-Digital o por ordenador:
Esta técnica tardó en coger fuerza, pero cuando lo hizo, resultó ser imparable.
En principio sólo debía de ser una herramienta para facilitar la creación de películas. Hoy día, como sabemos, es un imprescindible también para la acción real, dónde, hasta en películas de época, se llegan a contar múltiples efectos digitales.
También para eso debía servir originalmente a la animación tradicional, y no para sustituirla; los engranajes del Big Ben de “Basil el ratón superdetective” o los movimientos de cámara en el salón de baile de “La Bella y la Bestia” son un buen ejemplo.
Sin embargo, en los estudios Disney, entre la suspicacia de la parte artística, que pudo atisbar, con brutal acierto, la desaparición de la animación tradicional; y el escaso interés de la parte económica, que sólo estaba interesada en lo digital en cuanto pudiera rebajar costes… llevó a un joven John Lasseter, y otros compañeros, a abandonar la compañía del ratón para fundar la suya propia: Pixar. Comenzaron haciendo cortos, más o menos experimentales, y culminaron en la que es considerada, generalmente, la primera película de animación por ordenador: “Toy Story”… y el resto es historia.
Aunque la compañía Disney acabaría por, primeramente, distribuir y finalmente comprar a Pixar; y Lasseter acabaría ocupando un puesto de inmenso poder creativo en la empresa que había abandonado; lo cierto es que esta terminaría por rendirse a lo digital… de momento, sin atisbos de cambio. Teniendo en cuenta que los estudios Disney han sido, históricamente, los más influyentes en el género de animación, no deja de ser una cuestión preocupante (para la técnica tradicional).
En todo caso, en la animación digital no se hace nada artesanal (como mucho en el guión gráfico, también llamado storyboard, o en el diseño de personajes), y todo es hecho en ordenadores.
Además, también está el hecho incuestionable de que no envejece bien: a medida que las técnicas digitales evolucionan y se perfeccionan (y lo hacen continuamente), las antiguas animaciones quedan desfasadas, obvias e incluso ridículas… mientras que en el caso del resto de las técnicas de animación no se llega a notar ni de que época es (especialmente en la tradicional, ¿quién percibe que “La Cenicienta” es de los años 50?), cosa que ni siquiera el cine de acción real puede conseguir (por la fotografía se detecta muy bien la época); todo lo cual, además se demuestra a nivel práctico, puesto que, cualquier persona que siente reparos ante el cine clásico, en cambio, puede ver una película de las hechas por el propio Walt Disney, sin detectar que eso, en realidad, también es cine clásico.
Ejemplo: “Descubriendo a los Robinsons”
-En volumen:
También llamada stop motion, es tan deliciosamente artesanal que, con la muy notoria y exitosa excepción de los estudios Aardman (que, desde los años 70 hasta hoy, producen obras tanto cinematográficas como televisivas con gran continuidad y calidad), prácticamente sólo se adentran en ella, excepcionalmente, artistas como Tim Burton.
No es para menos: para su realización se pueden utilizar distintos materiales (muñecos articulados, títeres, plastilina… etc), y, con inmensa paciencia, se deben mover lo justo para fotografiarlos, de modo que, al unir todo el conjunto de imágenes captadas por la cámara, se cree un movimiento. De hecho, si no fuera por todo este largo, complejo y fatigoso proceso, tal técnica estaría demasiado próxima a la acción real como para considerarse animación (al fin y al cabo, se fotografían objetos reales).
Como ya digo, las obras hechas con esta técnica no son muy abundantes, de modo que casi cada una es un tesoro por sí misma, debido a que, como he dicho, poseen el inmenso encanto que posee todo lo manual, que le da esa aura de único e irrepetible.
Esta técnica ya fue usada, incluso en cortos de acción real (Georges Méliès, Segundo de Chomón… etc) desde los principios de la historia del cine, y, muy probablemente, fue la base de lo que acabaron siendo los efectos especiales. No obstante, como ya digo, terminó siendo más la excepción que la regla a la hora de ser elegida para hacer una obra del género animado.
Ejemplo: “Frankenweenie”
-De siluetas:
Desaparecida por completo y con una única creadora (al parecer) y representante: Lotte Reiniger. Muy desgraciadamente, tras ella nadie siguió desarrollando e investigando esta técnica, la cual es, además, una profunda desconocida dentro del género de la animación (existen muchas personas que no saben ni que existe).
La animación de siluetas es una curiosa mezcla entre la animación en volumen y la tradicional… pero sin ser ninguna de las dos. Así, se realiza recortando distintos papeles o cartulinas a los que se les da la forma deseada, y, especialmente si son personajes, se las articula. A continuación, se fotografían pequeños movimientos, para al final unirlos y que den uno más grande. Para hacer un plano específico (primer, medio, general…) es necesario hacer una silueta concreta y del tamaño adecuado para este, no se puede usar la misma utilizada en otra secuencia distinta.
Aunque en el ámbito teatral se pueden citar las sombras chinescas, no tengo nociones de que nadie más que Reiniger usara esta técnica para cine o televisión. Ella comenzó haciendo cortos, que llamaron la atención de un acaudalado judío, que fue el mecenas de su primera y única película. Con la llegada del nazismo, tanto la cineasta como su marido (fiel ayuda y apoyo para su esposa, tanto personal como artísticamente) se marchan a Inglaterra, donde ella seguirá haciendo sus cortos, generalmente sobre cuentos de hadas, aunque, en ocasiones, también publicitarios (alguno encargado por una institución pública y todo).
Durante su carrera, demostró un afán e interés por la innovación a la altura del mismísimo Walt Disney, y, aunque la mayor parte de su producción es muda y en blanco y negro, llegó a hacer intentos con el color (tanto con el fondo como con los personajes) y a llevar a cabo tentativas para modernizar sus creaciones (aunque cabe preguntarse hasta que punto eso eran ya siluetas, y si, precisamente, ese añadido continuo de color y detalles, no iba contra la esencia de la propia técnica, quitándole todo encanto… nunca lo sabremos, Reiniger nunca pudo profundizar en ello y perfeccionarlo). También se adaptó al sonido, aunque esto se redujo, casi siempre, a la simple inclusión de un narrador. Pero sus innovaciones no se quedaron en lo técnico, también en lo narrativo y artístico, ya que, más de una década antes de que Disney hiciese su primer largometraje, ella culminaba el suyo con una animación de estilo plenamente realista (aunque eso caracteriza también casi todos sus cortos).
Por otro lado, las obras hechas con esta técnica, poseen una belleza estética incuestionable, y una delicadeza que difícilmente alcanza ninguna otra técnica de animación. Tienen, a la vez, un toque artesanal y de verosimilitud realmente inaudito; y, a pesar de ser sombras, una fuerza expresiva apabullante… en definitiva, un incontestable encanto que las transforma en todo un tesoro… verdaderamente, no se explica que estén tan olvidadas. Sin embargo, las posibilidades de resurrección son escasas o nulas, por dos razones, una tecnológica y otra artística, la primera, porque es una técnica profundamente desconocida, olvidada, y, por tanto, difícilmente retomable o reconstruible; y la segunda, es que Reiniger, aparentemente, nunca consiguió culminar exitosamente la adaptación de su técnica a las exigencias de la modernidad, de modo que no está del todo demostrado que su procedimiento, en realidad, no fuera solamente apto para su época y un fruto de ella (la época del blanco y negro y del cine mudo).
Con todo, personalmente, pienso que es una auténtica pena que no podamos disfrutar de más animación de siluetas y que el corpus de esta técnica sea tan extremadamente limitado… ojalá no fuera así.
Ejemplo: “Las aventuras del príncipe Achmed”
Propuesta de debate: ¿sigue existiendo la animación tradicional?
A finales de la década de los 80 del siglo pasado, el departamento de animación de la compañía Disney ya no era la base y centro de la empresa (cierto que esta aún no era el inmenso y poderoso conglomerado que es hoy… pero estaba poniendo los cimientos para ello); sí, cierto, aún era su reconocido origen, su bandera, su buque insignia, su símbolo… pero, ¿por cuánto tiempo? las películas de animación producidas desde la muerte de Walt Disney habían sido un fiasco tras otro; y un ultimatum pesa sobre los animadores: se necesita un éxito o el departamento cierra. De momento, estos ya han tenido que renunciar a los lugares del estudio construidos por el fundador especificamente para ellos, un claro gesto del fin de una época… pero los 90 traen la abundancia, “La sirenita” es un exitazo… y comienza así la tercera época dorada de la animación de Disney.
Es muy debatible cuando esta termina, pues una vez más, volvieron a alternarse obras de mucha calidad con otras de no tanta (concretamente, a partir de “Aladdin”), pero lo que es indudable, es que el estreno de la película de animación digital “Toy Story”, en 1995, producida por Pixar, pero distribuida por Disney, marca un punto de inflexión: a partir de ahí, merecidamente o no, se inicia el ascenso de la primera compañía y la caída en picado de la segunda… la cosa llegará a tal punto que, en 2004, Disney anuncia que “Zafarrancho en el rancho” será la última y definitiva película de animación tradicional que producirá la compañía (uno se pregunta que hubiera pensado Walt Disney de esto, y si se removió en su tumba).
Desde ese momento, los tradicionales clásicos Disney, dejaron de ser de animación tradicional definitivamente. Pero, como la vida da muchas vueltas, con la adquisición de Pixar por parte de la Disney, John Lasseter (fundador de la primera), es ascendido a director creativo, y, curiosamente, el asesino de la animación tradicional y promotor de la digital, decide, inesperada e insolitamente… ¡recuperar el cine de animación tradicional!; así, el clásico de animación nº 51, pretende recuperar todo aquel estilo, a todos los niveles; y se buscó todo para ello: dos de los grandes directores de los 90, un clásico cuento de hadas, una nueva princesa Disney… pero tras una producción problemática y controvertida (además de una clara pérdida de pericia y talento en lo que se refiere a lo artístico), para colmo, la película no consigue los resultados económicos esperados. Entonces, todos los proyectos posteriores (se dice que “Enredados” fue uno de ellos), que debían seguir la estela, son forzados a cambiar la técnica para ser aprobados: lo digital se impone, y la animación tradicional es denostada: no da dinero, es un fracaso seguro, está pasada de moda, no gusta, etc… y parece haber muerto definitivamente (tampoco fue ningún consuelo que, años más tarde, hasta esos mismos directores que, habían hecho algunas de las grandes obras maestras con esta técnica, también acabaran rindiéndose a lo digital).
A partir de ese momento, la animación tradicional parece estar condenada a convertirse (como lo ha sido, muy en parte, la de en volumen) en la extravagancia, el experimento intelectual excepcional de la filmografía de determinados directores. De ser algo popular, parece subir el peldaño de transformarse en alta cultura… algo peligroso, porque casi toda ella está muerta, o al menos, reducida a determinados círculos; al fin y al cabo, lo clásico lo es, precisamente, porque no va a producir nada nuevo.
Y entonces se produce el milagro: de repente (incluso por parte de la compañía Disney), comienzan a producirse una serie de productos televisivos de animación tradicional (muchos de ellos, posiblemente enfocados a acostumbrar y a hacer que esta técnica sea apreciada por las nuevas generaciones)… lo cual es sorprendente, porque lo digital había copado hasta ese terreno.
¿Resurrección o espejismo? el tiempo lo dirá, pero, con todo, incluso estos productos, por cómo son realizados, están sujetos a un feroz debate, porque, ¿se puede decir que realmente sean animación tradicional… o simplemente tienen la apariencia de ello?, dicho de otro modo, ¿la animación tradicional ha muerto definitivamente o aún queda alguna esperanza?.
Hablemos claro: los animadores de la técnica tradicional, hoy día, generalmente, ya no dibujan sobre papel, sino sobre una pantalla. Sí, es cierto, no utilizan lápices de madera, pero los trazos de sus lápices digitales siguen siendo plenamente suyos y manuales; del mismo modo que no extienden las pinturas ni hay departamento de entintado para fabricar los colores, sino que estos son elegidos entre una amplia gama digital que es seleccionada y decidida manualmente… etc; entonces, ¿eso es animación tradicional?.
Si nos ponemos puristas, desde luego que no. Pero si vamos a llegar hasta el final en la aplicación de (y ser consecuentes con) ese mismo purismo, también tendremos que discriminar de la categoría de animación tradicional, con ese mismo sentido de lo estricto, a todas las películas posteriores a “La bella durmiente” (pues esta fue la última que se hizo total y absolutamente a mano), y eso incluye a verdaderas obras maestras y clásicos del género y de la técnica como pudieran ser “La Bella y la Bestia” o “El libro de la selva” (la primera, es uno de los primeros casos de uso avanzado y plenamente integrado de la animación digital; y en la segunda se comienza a usar la tecnología Xerox que, aunque dejaba un aspecto y resultado final menos pulido y limpio, también facilitaba la producción, y ahorraba costes, al evitar tener que hacer la mayoría de los dibujos intermedios entre un gesto y otro)… entre otras muchas e igualmente brillantes creaciones.
En definitiva, ¿la animación tradicional murió para siempre en los años 60 o está a punto de resucitar renovada y mejorada? sin duda es un objeto de debate complejo e interesante (sobre el que os invito a dar vuestra opinión), en el que habría que delimitar, en primer lugar, qué es exactamente tal técnica y cuándo deja de serlo. En mi opinión, la clave está en el dibujo: mientras exista una mano (aunque se eche, muchísimo de menos, todo el punto artesanal anterior) que hace trazos y pinta (en vez de un ratón que da ordenes a un programa que lo hace todo), entonces, podemos hablar de animación tradicional.