Es valiente y acertado, y está dentro de cada uno. Hay gente que se deja arrastrar por la corriente, y están los que cogen al toro por los cuernos. No es cuestión de elegir, sino de ser.
Y se pone de relieve en todo. En elegir el restaurante al que vamos a cenar, en permitir o no que alguien se te cuele en la cola de la pescadería, en decidirte a pintar una habitación de un color que nadie te recomienda, en creerte a pies juntillas lo que te cuentan o en dudar y formarte tu propia opinión. Está en cada vez que un riesgo se atisba en el horizonte, cuando puedes esconder la cabeza o correr hacia el peligro, al recibir una noticia desagradable que nos espera, cuando te hundes o te armas de valor y afrontas lo que haga falta para seguir adelante.
Se manifiesta en unos ojos temerosos o unos ojos decididos, en un caminar erguido o en unos hombros que llevan a cuestas lamentos, temores y decepciones. En un rostro duro, curtido y lleno de vitalidad, del orgullo de que nada ni nadie haya conseguido ensombrecer más de unas horas antes de volver a brillar, o en otro que tiene mucho de lo que avergonzarse.
Puedes ser tú, o puedo ser yo. Puedes dejarte arrastrar o puedes tirar del carro hasta que el camino te lleve hasta el inevitable vacío.
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