Revista Cine
Director: Francois Truffaut
El hecho de que comente "Ascenseur pour l'échafaud" y "Tirez sur le pianiste", la segunda película de Truffaut tras "Los 400 golpes", en el mismo día se debe a que ambas las vi el mismo día, una tras otra, el día lunes: el placer y la satisfacción que sentí al ver dos películas tan buenas era tal que no quería mutilar dicha impresión y sensación; en cierta forma, ahora para mí ambas películas son una sola. Además me gustó esta idea del viernes negro, ¿o debería decir vendredi noir? Bueno, justo ahora, por lo demás, es vendredi soir. Ver "Vendredi soir" y "Ascensor para el cadalso" juntas también sería un excelente panorama, digo yo. Ustedes saben que las cosas nunca se llegan a experimentar de la misma forma que la primera vez, sea para mejor, peor o ni fu ni fa.
Primero que todo, nuevamente voy a manifestar lo deslumbrante y admirable que me parece Truffaut como estilista, ya sea de la imagen, de la palabra (sean diálogos o sea voz en off), del sonido y de la banda sonora, de las actuaciones, o ya que estamos, de la narrativa en sí misma (la manera en que tiñe arquetipos o códigos narrativo-dramáticos con su particular y rica visión cinematográfica). No me extraña que un director tan libre, desenfadado y desprejuiciado, pero a la vez tan seguro y concreto en sus planteamientos, haga una película tan libre y festiva; tan pulcramente pensada y planeada como descomedidamente ejecutada. Ciertamente, "Tirez sur le pianiste" es un arriesgado y valiente cambio de registro con respecto a su película anterior, su mítica opera prima.
Entrando en materia, "Tirez sur le pianiste", tal como la opera prima de Malle, también es un noir y también es una historia de carácter fatalista impelida por pasiones y taliones, y en el presente caso, es una película que, a grandes rasgos, trata sobre lo imposible que es intentar huir de la violencia, que no dejará de perseguirte hasta atraparte y estrujarte con sus profundas e insondables garras negras. Sin embargo, el giro o la vuelta de tuerca de Truffaut es dotar a este noir de una atmósfera entre ligera y absurda, en donde prima el a veces descolocante sentido del humor y un tratamiento alejado de solemnidades y sublimaciones; tratamiento que tiene una intención más bien romántica y desmitificadora, como diremos dentro de un par de líneas. Sin perder de vista la cruda contundencia de la trama, que si no fuera por el tono podríamos decir que avanza a mazazo limpio, para Truffaut el motor del relato es más bien de corte humanístico: la relación entre los personajes y como sus características personales impregnan al fotograma. Así, tenemos al pianista Charlie (interpretado por Charles Aznavour), antiguo y afamado músico que tocaba en lujosos recintos para aún más lujosa gente que ahora sobrevive con lo que gana tocando en un bar repleto de personas simples y sencillas que buscan despejarse de la rutina diaria a través de un buen baile o de la especial atención de cierta dama de seductora y tentadora mirada. A su local llega el hermano, que huye de dos matones de aspecto bastante hilarante aunque, no por ello, de conducta menos violenta y brutal; el hermano, junto a otro hermano más, son un par de criminales de poca monta que se dedican a perpetrar pequeños robos y luego esconderse en su casa en mitad de la nada. Como ven, la violencia se lleva en la sangre y por más que el pianista se esfuerce, especialmente ahora que comienza una tierna relación con la camarera del local, no podrá evitar que poco a poco la sangre y las balas empiecen a danzar peligrosamente. Pero lo importante del caso es que todos los personajes acá, atrapados por el destino y la fatalidad, no son más que hombres y mujeres imperfectos, fracasados e incluso patéticos, condición en la que Truffaut no deja de hacer hincapié, ya sea en la ridiculez de esos dos matones tan implacables como estúpidamente torpes, en la inseguridad y timidez de este pianista que podría tener a la diletante e hipócrita élite cultural a sus pies, en la candorosa sencillez libre de plástica sensualidad o sexualidad de la camarera, en la diáfana simpatía y natural belleza de la prostituta, o en la para nada malintencionada displicencia del hermano que mete en problemas al pianista. Todos entrañables a su manera, todos con su cierto encanto arquetípico cómicamente romantizado y humanísticamente desmitificado.
En fin, basta de palabrería. Lo cierto es que es una muy entretenida, interesante y satisfactoria propuesta la que ofrece el gran Truffaut con "Tirez sur le pianiste", su particular y libre homenaje al noir cinematográfico y literario estadounidense (¿mencioné que la película está basada en una novela de David Goodis?).
Imprescindible.