Revista América Latina

Tironi y los Tecnócratas.

Publicado el 21 mayo 2014 por Arcorelli @jjimeneza1972

El oficio de Eugenio Tironi es presentarse como auscultador de la realidad nacional. Como en los últimos años sus bonos no estaban de lo más bien -en última instancia, como en general a buena parte de quienes se dedicaban a ello, lo que ha sucedido en los últimos años produjo más desconcierto que otra cosa-, ha decidido reubicarse en su posición. La entrevista en el número más reciente de Qué Pasa es parte de ese esfuerzo (link aquí).

Lo increíble de ese esfuerzo, al que todos tienen derecho al fin y al cabo, es la estrategia discursiva usada. Sabiendo que tecnocracia es una mala palabra, y en particular en esta época, intenta entonces usarla contra sus adversarios, dejándose él fuera de ella, o al menos casi fuera. La contraposición es ente tecnocracia de ahora (y de la Dictadura) = soberbia de la certeza; tecnocracia de los ’90 = aceptación de la incertidumbre.

No, no es lo mismo que la tecnocracia a lo Foxley, porque él era un personaje con experiencia y bagaje político. Lo mismo Andrés Velasco, que también viene de Cieplan. O Boeninger. Son personas formadas en mirar las externalidades, abiertos a la incertidumbre, a los efectos secundarios. No es la misma matriz que la tecnocracia de los Chicago, de los marxistas o la que se ve circular por estos días

Insistiendo en esa distinción, en el problema de la actual tecnocracia nos dice que:

Es supersaludable tener a esta generación con ideas nuevas, formada afuera, sin conservadurismo, pero eso hay que compensarlo con personas que tengan calle, que tengan experiencia de vida.

Que no deja de ser notable por la inversión de una cierta crítica común que está puesto ahí. Una afirmación muchas veces escuchada es que las anteriores élites dirigentes estaban aisladas de la calle (que pedía cambios), pero esas élites al parecer sí tenían contacto con la sociedad (tenían esa experiencia y ese bagaje político). Los nuevos olvidan que las instituciones de la dictadura ya son parte de la ‘cultura de la calle’.

Los argumentos de Tironi son perfectos sofismas:

(a)  Los problemas de la incertidumbre afectan a todas las opciones. Tironi usa esa circunstancia para decir que:

Sí, hay que hacer reformas, pero con un grado de flexibilidad, con la posibilidad de revertir si la experiencia muestra que lo que se esperaba no se está cumpliendo. Las reformas no pueden pasar por encima del conocimiento acumulado, que está en la sociedad.

Ahora bien, la posibilidad de revertir siempre está dada, y todas las acciones tienen consecuencias irreversibles (incluso no hacer nada). El pragmatismo de limitar las reformas tiene, por el mero hecho de ser una acción, también sus posibilidades de problemas no previstos. Al fin y al cabo, bien podemos decir que el pragmatismo de la anterior conducción es la que  -imprevistamente- produce la situación actual, donde ese pragmatismo se encuentra en crisis. La incertidumbre no es un asunto de ciertas opciones, lo es de todas las opciones.

(b) Tironi dice defender la incertidumbre pero declara certezas. Hay conocimiento acumulado, sólo que no entre los tecnócratas, sino ‘en la sociedad’. Por un lado, está cierto que el pragmatismo es más adecuado, que hay ciertas formas mejores de hacer las reformas (que no sería la que se hace ahora), pero ¿como saberlo? ¿como estar cierto de ello? Si hay incertidumbre, hay incertidumbre. Los presuntos tecnócratas distintos, abiertos a la incertidumbre, en realidad estaban ciertos de que lo que estaban haciendo era la forma correcta de hacer las cosas -y que otras formas estaban equivocadas. En ello seguían siendo tan tecnócratas como todos.

Además, hay cosas que no se pueden hacer porque, supuestamente, irían contra la cultura de la sociedad (digamos, las instituciones de Pinochet). Pero, ¿cómo sabemos cuál es esa cultura? ¿Y esas exigencias? En la pretensión que es posible conocer ello sin problemas, y de hecho que ya lo sabemos es donde vuelve a aparecer la certeza. Si la incertidumbre es parte inherente de las acciones políticas entonces también aparece en relación al conocimiento de esa cultura: No sabemos como se reaccionará a ciertas decisiones y no es posible tener garantías de un conocimiento correcto al respecto.

(c) Y ahora llegamos a una contradicción bastante flagrante, Tironi dice que las instituciones de la dictadura son parte del escenario actual y no pueden ser retiradas por retroexcavadora, que hacer eso sería no dar cuenta de como es la sociedad.

Pero en relación a los cambios de la dictadura nos dice que fueron retroexcavadora:

Yo creo que sí. Fue un quiebre gigantesco, con pocos precedentes en la historia de la humanidad. Chile tenía una identidad basada en los derechos sociales, en el Estado, y todo esto lo destruye el neoliberalismo

Y con respecto a esas mismas transformaciones nos dice que, respondiendo a una pregunta sobre legitimidad:

Primero, la dictadura no fue obra de marcianos. No fue una invasión de extraterrestres. No fue la ocupación de un ejército enemigo. Fue una obra de los chilenos que perduró porque los chilenos estuvimos dispuestos a soportarla, o no estuvimos en condiciones de expulsarla

Si las afirmaciones anteriores son correctas -y en realidad creo que lo son- entonces se sigue que hacer cambios radicales (retroexcavadora) y ser parte de la cultura nacional no están en contradicción. Se pueden hacer quiebres gigantescos que no fueron ‘obra de marcianos’, o sea que son parte de nuestro ser.

(d) Y ahora llegamos al punto final: Tironi critica a otros como tecnócratas en el mismo momento en que se reubica como tecnócrata: Crítica el valor del conocimiento de otros (de los expertos que no dan cuenta de la calle) al mismo tipo que se reivindica a él mismo (porque él es el experto que da cuenta de la calle). Ahora bien, usualmente los tecnócratas se critican unos a otros negando al otro el carácter de técnico: Yo tengo el conocimiento técnico válido y tú no. Tironi hace lo mismo pero le otorga a el adversario el carácter de tecnócrata. Que demuestra, eso sí, una lectura mínima de los tiempos.

Al menos como retórica no deja de ser una buena forma, sólo si el resto de la argumentación estuviera a la altura de dicha invención.


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