El Titanic merece algo más que una sola fotografía, como la que suele ilustrar diariamente cada entrada, y se publican cuatro instantáneas, dos del buque cuando fue construido, y otras dos de su estado actual, descansando en el fondo del Atlántico norte a unos cuatro mil metros de profundidad.
Algunos datos técnicos apuntan a que, pese a haberse ajustado al protocolo establecido, si el Sr, Murdoch no hubiese ordenado invertir la marcha del buque, éste habría evitado la colisión con el témpano de hielo, al no haber perdido presión de virada reduciendo la velocidad. Otros estudios aseguran que tres segundos hubiesen sido suficientes para igualmente, no haber chocado con el iceberg.
En aquellos años, aunque hace tan solo un siglo, las clases sociales estaban perfectamente separadas, y tanto el trato como las instalaciones de tercera clase, se situaban a años luz del lujo inalcanzable de las suites, o de los pasajeros de primera. Dicen que aún así, eran mejores servicios que los ofrecidos por otros buques de la época, algo que dice bien poco en favor de cuales eran las exigencias legales para el transporte de pasajeros a primeros del siglo pasado. El naufragio fue famoso porque quienes perecieron en la catástrofe eran adinerados hombres de negocios, lejos de los muertos anónimos que desaparecen todos los años en mares del tercer mundo, ocupando barcos excesivamente viejos y sobrecargados; el Titanic representaba la mayor obra de ingeniería naval de la época, el lujo y la excelencia propias de una civilización occidental que se gustaba cada día más a sí misma. Dos años después, mientras el pecio reposaba oculto e inalcanzable, el mundo sufría la primera de las guerras mundiales, a la que siguió una crisis económica a finales de los felices veinte. Topar con la realidad no hizo escarmentar a una sociedad que cayó en otra guerra y otra profunda depresión. Hoy, 14 de Abril de 2.012, centenario del hundimiento del Titanic en su primera singladura, nos vemos sumidos en otra crisis económica, después de habernos enamorado de nuestra propia capacidad de generar bienestar y progreso a través de una burbuja que volvió a reventar, colocándonos al borde de la quiebra. Mientras los restos del barco de los sueños duermen en la oscuridad del fondo del Atlántico, no hemos adquirido la humildad de nuestra propia miseria tras dos guerras y cuatro grandes crisis en este último siglo. Seguiremos siendo el animal que tropieza dos veces con la misma piedra.