Tizapán el Alto Jalisco.
Hace ya varios meses que no podía ir a ver a mi abuela, este fin de semana pasado deje a un lado todos y cada uno de mis pendientes o compromisos, llegue puntual a casa de mi mama en compañía de mi pequeña hija, salimos aproximadamente a las once y media de la mañana, tomamos la carretera y conforme íbamos avanzando mis recuerdos se hacían presentes.
En esta época del año, cuando llueve tanto la vista se vuelve aun mas hermosa, los paisajes son hermosos y no se puede evitar tomar foto para compartirla, pienso en esa mujer bondadosa de pelo blanco que nos espera para comer con ella.
Agradezco a la vida que aun que mi padre ya no este con nosotros su mama siga dándonos su amor y atenciones, es una mujer a la que admiro mucho, ha luchado tanto y trabajo mucho sacar a delante a su familia, por años.
Ella es madre de trece hijos, tiene unos hermosos ojos, llenos de luz y cuando sonríe me regala un pedacito de mi papa con su gesto, al verla me siento feliz y triste a la vez, es un sentimiento que aun después de tanto tiempo sin mi papa no puedo ni podré superar, pero a pesar de mi conflicto es una delicia poder verla y platicar con ella, sus platicas siempre son interesantes e informativas, sobre la vida que ella llevo, sus sentimientos, sus anécdotas y sus alegrías.
Nos recibió como siempre con su hermosa sonrisa y mi sorpresa fue ver que ya depende de tener el oxigeno la mayor parte del día, pero ella sigue con la misma vitalidad de siempre, en su concina reposa como siempre en un recipiente de vidrío su preparado para el vinagre de piña, es algo que no puede faltar nunca en su concina, mi papá solía llegar tomar una taza con hielo y sumergirla en el vinagre para tomar el liquido frío, mi abuela lo veía complacida, a él le guastaba.
El pueblo de mi papá siempre ha estado lleno de vida y colores verdes, la laguna de Chapala se ve a la distancia y le da calidez al pueblo, tiene su plaza con un kiosco anteriormente tenia unas bancas hechas de granito en las que se veían los nombres de las primeras familias del pueblo, en una de ellas se podía ver el apellido de mi abuela, con el tiempo las reemplazaron con bancas de hierro.
Me gustaba ir con mi tía abuela ella era dueña de una tiendita, ahí tenia una barra como de cantina de madrea desde ahí despachaba, envolvía sus pedidos en papel estraza, me encantaba ir con ella y platicar, me permitía tomar unas galletas sabía que mi papá se las pagaría más tarde.
Cuando no estaba con mi tía me dirigía a la nevería cerca del templo, tienen unos congeladores muy peculiares en donde aun se hace escarcha, ahí podía comprar paletas con sabor a coca cola, siempre estuvieron a precio muy accesible, así que podía comprar muchas durante el día.
Por la noche no podía faltar comer los delicioso sopes que se ponen frente a la tienda de mi tía, son pequeños y prácticamente de un bocado te comes uno, siempre hacinamos fila para hacer nuestro pedido, es muy agradable ver los movimientos mecánicos de la que los prepara, tiene una olla con frijoles a un lado, una tina con todos los sopes ya hechos tapados con un trapo, un recipiente en donde se encuentra la salsa en los que sumerge los sopes, frente a ella un disco con el aceite caliente, todo a la mano, toma varios sopes los remoja en la salsa, los pone en el aceite, cuando están listos los saca con tal habilidad que parece sencillo, los coloca en el plato a servir y les pasa con una cuchara metálica una capa de frijoles refritos, los apila cual montaña, al tenerlos todos apilados, se los pasa a una señora que se encarga de ponerles col, salsa de jitomate y queso de mesa desmoronado, te preguntas si deseas salsa de chile y te la dan en una pequeña bolsa.
Es una experiencia deliciosa, esos sopes son una maravilla y por ser pequeños puedes comer muchos así que nos asegurábamos de pedir los suficientes para todos.
Por el andador del kiosco, también encuentras unas empanadas de cajeta de piloncillo, las favoritas de mi mama, es una parada obligatoria por las mañanas y posteriormente pasar por un chocomilk al mercado, lugar en el que mi papá desayunaba o comía según su antojo, es un lugar en el que ves todas las ollas de guisos y no puedes evitar probar de cada uno. En fin Tizapán es el lugar de las delicias.
En esta ocasión mi abuela nos preparo un caldo al que se le llama espinazo, le quedo delicioso, desde su agua de guayaba, su caldo de espinazo, el queso de mesa, sus frijoles refritos y para terminar el agasajo unos chongos preparados por ella, que son los más deliciosos que he probado en mi vida.
No podía sentirme más consentida, ella es maravillosa y agradezco su amor para con nosotros, ella para mi es muy importante es la abuela mas hermosa y maravillosa del mundo.
Al despedirnos, ella nos agradece el gesto de ir a verla, pero en realidad no tiene nada que agradecer, si no todo lo contrario, nosotras estamos tan agradecidas de poder verla y disfrutar de sus detalles. La amo inmensamente.
Llegamos al lugar en el que mi papá descansa en Tizapán, es un lugar en el cual es protegido por un hermoso árbol que lo cobija bajo su sombra, es tan bello y acogedor, me alegra que mi papá tenga la oportunidad de descansar bajo su sombra, no podía estar en mejor lugar, el amaba la naturaleza.
Espero regresar muy pronto.