Hay muchas personas que peregrinan a lugares sagrados o acuden a maestros espirituales y buscan desesperadas una palabra de consuelo, un toque sanador, una señal que les ayude a seguir caminando, a curarse de su enfermedad, a encontrar respuestas a tantas preguntas.
Las personas que vivieron en la época de Jesús tuvieron la suerte de mirarle, de tocarle, de rogarle, de recibir su consuelo. Muchos de ellos fueron curados en su cuerpo o su espíritu. Otros se enamoraron de El y encontraron la plenitud de su vida. Y nosotros también podemos ser curados, consolados, entendidos, mirados por Jesús. Podemos tocar su manto como lo hizo la hemorroísa. Para ello tenemos los Sacramentos y tenemos su Palabra. Le tenemos presente en los sagrarios. No le vemos pero El mismo dijo que “Dichosos los que creen sin haber visto”. Nosotros no le vemos pero El nos ve a nosotros, vive dentro de nosotros. Los que vivieron en su época se cruzaron con El en un momento pero nosotros lo tenemos siempre. Nos falta fe, es verdad, pero El también nos da la fe. Cristo está presente ahora, te escucha y te ayuda. No dejes de acudir a El y de tocar su manto.