La noticia de la semana, saltándonos lo que ha pasado en competiciones europeas, ha sido el anuncio del fichaje de Nicolas Anelka por el Atlético Mineiro. El equipo brasileño, que ganó hace unos meses la Copa Libertadores, aprovecha el buen momento del fútbol brasileño para hacer una incorporación que, piensan, eleva el nivel ofensivo de la plantilla.
Pero la figura de Anelka me genera muchas dudas. Icono del fútbolista moderno por su talento natural, su poco arraigo sentimental por el club para el que juega y, por qué no decirlo, un gusto peculiar por la moda, le ha llevado a jugar desde bien joven para algunos de los mejores clubes de Europa como PSG, Arsenal o Chelsea, alternando con etapas de un nivel de exigencia menor, como si fuera a coger impulso para firmar un contrato mejor a posteriori, hablo de sus periplos en Turquía, Liverpool y, mi favorita, su paso por el Shanghai Shenhua, moviendo cantidades en cada operación que al sumarlas le convierten en el jugador que más dinero ha costado a lo largo de su carrera. Todo un misterio (y un punto para su agente) cuando hablamos de un jugador que a nivel individual hace mucho tiempo que no marca diferencia alguna con respecto a otros jugadores que han costado mucho menos.
En el equipo de Minas Gerais se encontrará con un viejo conocido: Ronaldinho. El punta francés y el que fue Balón de Oro en 2005 coincidieron en el PSG hace más de diez años. Mientras Anelka era un diamante en bruto del que se esperaba mucho (hasta que fue captado por Wenger) Ronaldinho era el penúltimo talento del fútbol brasileño que, con polémica incluida, fue fichado como gran estrella en torno a la que armar el equipo que debía acabar con el dominio del Olympique de Lyon en Francia. El PSG no fue capaz de retener a los dos jugadores que hoy Alexander Kalil ha logrado juntar en 'El Galo'. Ronaldinho también puede servir como ejemplo del futbolista moderno en otros aspectos. Si bien en el camino desde ser un prodigio hasta convertirse en el mejor del mundo fue marcando a toda una generación de aficionados, su falta de ambición y su poco apetito competitivo hicieron que una carrera destinada a llevarle al Olimpo de los más grandes se truncara en favor de 'sólo' haber marcado una época, con un principio y final claramente definido si hablamos del máximo nivel. Su carisma, su técnica e imaginación y la proyección de la imagen de que con talento y sin trabajo duro se puede llegar a lo máximo.
La verdad es que tanto Anelka como Ronaldinho ya han dicho todo lo que tenían que decir en el mundo del fútbol y se encuentran en un punto en el que sus motivaciones e intereses tienen más que ver con el aspecto personal que con el de competir siempre y cuando suponga un sacrificio a un modo de vida que entienden que se han ganado. Un nuevo status (por el que otras grandes estrellas han pasado) que del mismo modo que les puede apartar del top ten de los mejores del mundo les libera para dar rienda suelta a todo su talento. Como aficionado es esto último lo que espero, sin que sirva este texto como crítica a cómo llevar una carrera futbolística.