Revista Cultura y Ocio
Toda cualidad simple finita existente conlleva la existencia de la cualidad opuesta.
Lo inestable, la materia continua y sin medida, existe. Luego lo estable, el número discreto, existe.
La existencia de todo número radica en ser inmutable y comprensible.
Lo comprensible presupone a lo comprensivo. Luego, si lo comprensible existe, existe lo comprensivo.
Lo totalmente incomprensible o bien es una nada y no existe en absoluto, o bien es infinito y existe por sí mismo.
La suma de todos los seres inmutables y comprensibles es inmutable, incomprensible y comprensiva. Si fuera comprensible estaría dentro de sí misma y sería mayor y menor a sí misma, lo que es absurdo. Si no fuera comprensiva, no comprendería todos los seres inmutables comprensibles, lo que va contra su definición. Por otro lado, al contar con la cualidad de ser comprensiva, no podemos afirmar que sea totalmente incomprensible, ya que la comprendemos como comprensiva.
En consecuencia, en tanto es incomprensible, esto es, no comparable a la unidad, no es un número. Pero en tanto es comprensiva de todo cuanto es comprensible, esto es, mayor que lo comprensible y por ello comparable a la unidad, es un número.
De lo anterior se sigue que la suma de todos los seres inmutables y comprensibles no es y es un número. No lo es por su propia naturaleza, que entraña la adición al infinito de todos los seres finitos, pero lo es por participación en el Uno, es decir, en el inmutable infinito.
En otros términos, la suma de todos los seres discretos existentes no existe como número y existe como número. No existe por su propia naturaleza anumérica, pero existe por participación en el Uno. Luego el Uno, que le da la existencia, existe; y dado que existe allende los límites de la suma de todos los seres comprensibles, que como tales son finitos, existe infinitamente.