Recientemente escribí un post con el objetivo de aclarar las ideas (en realidad, las mías, porque me temo que me quedó algo abstruso) sobre por qué la Iglesia católica es un nido de pederastas, además de serlo de seres crueles, ambiciosos y explotadores, que utilizan el fanatismo que nos inculcan para salvaguardar su poder, teniendo en cuenta que el mensaje cristiano original no dice nada al respecto (y afortunadamente hay quien así lo sigue y lo defiende); también hablaba de que no es la única doctrina en sufrir esta deriva. La conclusión, discutible como todas, y a riesgo de ser obvia, fue que las ideas que tienen éxito gracias a este mismo éxito son utilizadas para otros fines, fines de de poder y acumulación desaforada de riquezas, por ejmplo, y que además las altas jerarquías de la Iglesia católica, gracias a esa cerrazón en la que se ha atrincherado para no perder sus privilegios, se ha convertido en un nido de gusanos, de enfermos sin voluntad de curación; ella misma, desterrando a la mujer, descartando cualquier forma de vida que no sea el celibato, ha atraído a su seno a esos seres que ahora defiende que tanto ahínco, mientras abraza temblando sus expolios de siglos teñidos de sangre y represión.
Para todos ellos (y digo 'ellos', porque prácticamente no hay 'ellas'), para los abusadores psíquicos y físicos, para los que destrozaron la vida y libertad de tantas personas imponiéndoles absurdos miedos y falsas culpabilidades, para los que se bañan en oro contemplando por la ventana la miseria y la muerte de esos que se supone que son sus hermanos, para los que viajaron a Tierra Santa y al Ultramar con la cruz en una mano, la espada en la otra, y la bolsa recaudatoria en la tercera, aquí va la primera piedra, la segunda piedra, pedrolos enormes como sus catedrales, todas las piedras del mundo.
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