Aunque pueda parecer un asunto medieval, todavía hoy, en el año 2017, parece que siguen valiendo distinto las vidas de los individuos en función de unos criterios muy subjetivos que están reñidos con la ecuanimidad, por lo que eso de la igualdad de las personas aún queda muy lejos de ser una realidad incluso en el momento de su fallecimiento, cuando objetivamente todos somos igual.
Vaya por delante que en cuestión de asesinatos y homicidios, cualesquiera sea su variedad, soy tan acusador como el que más. Arrebatar la vida a una persona me parece el acto más condenable que hay, sea quien sea y por los motivos que fueran y que nunca en la historia de la humanidad nadie podrá justificar. Así las cosas, yo me pregunto… ¿vale más la vida de una mujer estrangulada por su marido que la de un varón acuchillado por un ladrón, la de un joven asesinado en una reyerta vecinal o la de un homosexual muerto a golpes por su pareja sentimental…? Pues parece ser que sí, a tenor de la significación especial que les dan los medios de comunicación, cada día sin faltar, a los asesinatos de género respecto de todos los demás.
En 2016 se cometieron en España 292 homicidios de los que 44 (15%) fueron atribuidos a violencia de género, los únicos que salen reiteradamente mencionados en las portadas de los periódicos, la radio, la televisión y hasta en la publicidad. ¿Quién se acuerda de las otras 248 personas (85%) también fallecidas a manos de verdugos de lo irracional…? ¿Son de un valor menor y por ello se les debe ningunear…? ¿Qué intereses se esconden en esta discriminación informativa que no trata a todas las víctimas de la violencia asesina por igual…? ¿Alguien me puede argumentar porqué la vida de una esposa o novia vale más que cualquiera otra de las que desgraciadamente se pierden por la absurda demencia de un criminal…?
Nada hay que me pueda molestar más que el agravio comparativo, esa desviación de la imparcialidad que otorga privilegios a quienes son igual que los demás. Porque ninguna vida puede valer, ni vale más...
Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro