Este próximo 28 de mayo, en el Día de Acción por la Salud de las Mujeres, tenemos que decir que Cristina cumple. Si la consigna para promover su segundo mandato presidencial es NUNCA MENOS, tenemos que decir que cumple a rajatabla: bajo su gobierno, cada año, murieron MÁS mujeres por las consecuencias del aborto clandestino, que diez años atrás.
Según las propias e interesadas cifras del Ministerio de Salud, la tasa de mortalidad materna es de 5,5 cada 10 mil nacidos vivos, lo que equivale a decir que son casi 300 mujeres las que mueren cada año, una trágica cifra muy superior a la del año 2000 (y todavía menor que la que señalan otras investigaciones no oficiales que hablan de 400 ó más). Podríamos decir que las frías estadísticas del clerical ministro de Salud demuestran que, en 8 años de gobiernos kirchneristas, murieron más de 2 mil mujeres por causas EVITABLES.
Con “compañeras de género” como Cristina Kirchner, entonces, ¿quién necesita “enemigos episcopales” misóginos, homofóbicos y derechistas como el arzobispo del Chaco?
Santa Cristina, mujer y madre
En el acto religioso del 25 de mayo al que concurrió la presidenta, el arzobispo Fabriciano Sigampa dedicó una extensa parte de su homilía a agradecerle la extensión para las embarazadas de la Asignación Universal por Hijo. “Permítame señora presidenta que en nombre de esos argentinitos y chaqueñitos y chaqueñitas, pequeñitos que están en el vientre de su mamá, en ese sagrario de la vida, agradecerle en nombre de esos niños por la asignación que usted, generosamente les ha dado”, expresó Sigampa. De todos modos, por amor al arte, mejor que agradezca al poder con palabras y no con murales, como el que mandó a pintar en la catedral de La Rioja, cuando era obispo de esa provincia, con su propia figura encabezando una procesión en la que se ven las figuras de Carlos Menem y otros políticos provinciales.
En esta ocasión, el arzobispo no sólo se encargó de dejar en claro la postura de la Iglesia que designa como “niños” o personas a embriones y fetos, aclarando expresamente que “cuando los niños están aún ocultos en el seno maternos, son personas”, sino que además agregó: “Quiero agradecerle, señora, porque lo descubre como ser nuevo, sujeto a derecho.”
Expresó así el agradecimiento que la Iglesia tiene, no sólo por la medida que dictó Cristina, sino primordialmente, por su fundamentación: cuando la presidenta presentó esta asignación considerando que un embarazo es lo mismo que un hijo y señalando que se trataba de una “fuerte apuesta por la vida”, no hizo más que repetir las palabras que utilizan los jerarcas de la Iglesia en su cruzada contra el derecho al aborto y los derechos de las mujeres.
Como Dios manda
Monseñor no se privó de metáforas y, haciendo gala de la misoginia que caracteriza a la Iglesia y sus jerarcas, se despachó con que la asignación “es la solidaridad concreta con ese vientre que está llevando una vida nueva.” Una fórmula elegante para decir que, para los curas, las mujeres sólo somos incubadoras con pelo.
Luego prosiguió con una encendida defensa de la familia. Pero la familia “verdadera”, esa que según la Iglesia es la que está integrada por una mamá mujer y un papá varón. De eso sabe el arzobispo Sigampa, que encabezó una manifestación en el Chaco contra la ley de matrimonio igualitario y contra la posibilidad de que las parejas de gays o lesbianas pudieran adoptar. En aquella ocasión, el prelado no se privó de ofrecer otra metáfora surgida de su frondosa imaginación: “no se ha visto que un toro se una a otro toro; el toro se une a la vaca”, dijo contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. Habría que replicarle que, de todos modos, no importa con quién se una el toro, porque al ternero –como es sabido- ¡lo trae la cigüeña!
“La diversidad es buena cuando no es absoluta. La diversidad está hecha para la unidad”, aseguró en aquella oportunidad Sigampa, agregando: “Dios crea varón y crea mujer, dos diversos. ¿Pero para qué los crea? Para la unidad”, olvidándose que la Iglesia, sin embargo, excomulga a los curas que se casan con mujeres, mientras sigue cubriendo con un manto de impunidad a los que abusan de menores de ambos sexos.
¡A luchar por nuestros derechos!
Valiéndonos de un cálculo que, lamentablemente, no es una metáfora, podemos decir que mientras Cristina escuchaba embelesada los halagos del obispo del Chaco, en Argentina moría una mujer más por las consecuencias del aborto clandestino. Y así seguirá sucediendo, porque la presidenta está en contra de la legalización del aborto. Y la Iglesia reaccionaria y oscurantista comparte el mismo propósito.
Por eso, el próximo viernes 27 de mayo, Pan y Rosas y el PTS te invitan a movilizarte –junto a las organizaciones que integran y apoyan el Frente de Izquierda-, a las 17:30 horas al Congreso, porque será la única concentración que, en el Día de Acción por la Salud de las Mujeres denunciará claramente que este gobierno que se dice “de los derechos humanos”, sigue mandando a la muerte a más de 300 mujeres cada año por las consecuencias del aborto clandestino.
Como lo hacemos todos los días, en las comisiones de mujeres de los lugares de trabajo, en las universidades, en las calles y en los Encuentros Nacionales de Mujeres, seguiremos luchando por el derecho al aborto, para que sea legal, seguro, libre y gratuito, transformando también esta candidatura a Diputada Nacional por el Frente de Izquierda y los Trabajadores, en una tribuna para exigir la separación de la Iglesia del Estado, la inmediata aprobación del proyecto de ley de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, que ya se presentó en el Congreso.
Insistimos en que el movimiento de mujeres y todas las organizaciones feministas, sociales y políticas que apoyamos este justo reclamo debemos movilizarnos hasta conseguir que la ley se apruebe sin dilaciones. Tenemos que ser miles de trabajadoras, estudiantes, artistas, intelectuales, las que arranquemos este derecho democrático elemental al Congreso, con nuestra lucha.