No me ha dado tiempo a asumir que te has ido para siempre. Todo ha sido tan rápido que no he sido capaz de asimilar tu ausencia.
Con este increíble e impredecible final, has abierto una caja de recuerdos que poco a poco va aflorando. Todos muy buenos Papá. Porque si de algo puedes estar orgulloso es que nos has dado una vida plena, repleta de cariño y de valores. ¿Qué más se puede pedir?
Mientras te lloramos recuerdo tu voz contándonos tu vida, el verano pasado en la terraza de Águilas. Ahora creo que fue algo premonitorio. Repasaste uno a uno cada año de tu vida de militar, de tu vida en familia, de los destinos. Recordaste con cariño y con respeto, como siempre lo hacías, tus años en la Legión. Gran Caballero Legionario fuiste, recorriendo el camino de Santiago a pie. Eso también nos lo recordaste. Aún hoy te siguen llamando esos “legías” que iban contigo, y que te recuerdan con cariño y admiración. Uno gallego, muy cariñoso, se emocionaba el otro día por teléfono conmigo mientras yo tenía que retener mi llanto para que me entendiera el agradecimiento.
Ceuta, los años en Granada, tus viajes a Nueva York, a Guinea y todos los que hiciste durante tu etapa como presidente de la Hermandad…todos esos recuerdos los volcaste en el balcón de Águilas, y a mi me encantó escucharlos. Fue mágico y no sabía por qué, pero ahora lo entiendo todo.
El pasado verano fue muy especial. Pasamos tres semanas juntos, más algunos días después en “El Cortijo”, donde tú te sentías muy a gusto y donde a nosotros nos encantaba que estuviérais tú y mamá. Ahora espero que ella quiera venir, porque la casa, la casita de colores, ese Cortijo es más “hogar” cuando lo compartimos con vosotros.
Me decido a escribir aquí, en este lugar casi secreto donde poca gente entra, para poder expresar parte de lo que siento como mejor sé, que es escribiendo.
Y así sentiré que comparto unos minutos contigo, más cerca, contándote todo lo que se me pasa por la cabeza, que es tanto que creo que no cabrá.