Revista Opinión
Todavía no nos tomamos en serio la enfermedad que afecta a la sociedad y que mata a las mujeres. Todavía siguen produciéndose asesinatos y agresiones a mujeres, por el mero hecho de ser mujer, sin que se adopten medidas tajantes y respuestas efectivas para frenar y erradicar esta enfermedad social. Todavía el machismo, como forma de poder, asesina mujeres cuando no puede oprimirlas y manipularlas. Todavía, en una sociedad moderna y presuntamente tolerante, el varón atenta contra la mujer al considerarla objeto de su propiedad. Todavía el hombre no acepta convivir en igualdad con la mujer, respetándola como persona y defendiendo su dignidad y libertad. Todavía la Policía y la Justicia recelan, en algunos -demasiados- casos, de las denuncias de las mujeres y no prestan la ayuda y la protección que reclaman para no ser maltratadas o, en el peor de los casos, asesinadas por sus parejas o exparejas. Todavía las leyes, atendiendo antes a la letra que al espíritu con que fueron elaboradas, no disuaden, ni evitan, ni castigan con contundencia y ejemplaridad la violencia de género, el maltrato machista, el abuso sexual y el asesinato de que son víctimas las mujeres. Todavía seguimos sumando, hasta la fecha, 40 mujeres y tres menores asesinados por el machismo en España, este año. Todavía, con pulcritud legal pero con ceguera moral intolerable, los jueces conceden el régimen de visitas y la custodia compartida de los hijos a padres violentos e incluso condenados por agredir a sus compañeras sentimentales. Todavía las leyes no contemplan que ningún maltratador puede ser buen padre. Todavía el machismo, como las bestias, mata a sus propios hijos para hacer daño y destrozar la vida a unas madres cuyo único delito ha sido intentar librarse y escapar del infierno de una relación de dominación machista. Todavía, en pleno siglo XXI, se sigue matando mujeres sin que gobiernos ni instituciones logren tratar esta enfermedad social que es letal para ellas. Todavía vivimos en una sociedad enferma que, de manera imparable, se cobra el tributo de mujeres muertas a manos de sus parejas sentimentales. Todavía asistimos, con pancartas y minutos de silencio inútiles, al entierro de decenas de mujeres, cada año, víctimas inocentes de un machismo asesino y repugnante. Todavía la mujer paga con su vida el hecho de ser mujer. Todavía.